Ahonda en boca de varios, nunca de todos, lo que hoy se le conoce como “el festival de los festivales”, gran mentira desde sus inicios, en donde los festivales no abundaban, hoy en día la gesta ha hecho que cada año nazca uno nuevo en distintas ciudades del país. De “internacional” tiene poco, si fuera por ello basta con ir a un Festival Womad para aclarar el significado de la palabra. Buenos invitados sí tiene como malos también, pero se entiende que son parte del show espectáculo que se monta todos los veranos en la Quinta Vergara.
Pero qué importa lo anterior, el periodista Manuel Maira en unos de sus libros (Bajen la Música) señala que hoy en día la mala calificación de los actos musicales, artistas, canciones o a fines debería castigarse con la omisión. Pero en esta ocasión queremos recordar un suceso de febrero del 73’ recordado en el libro Canción Valiente de Marisol García (ediciones B), en donde Quilapayún tiene el protagonismo o para adecuarlo al contexto, tiene el antagonismo:
Un canto en oposición al otro, así se titula este episodio de la música nacional. Invitado el grupo antes mencionado al Festival de Viña —pero en conjunto con los Huasos Quincheros para la misma jornada—y ya el año refleja todo: las disputas políticas de aquél entonces se hacían ver y un sector del movimiento estaba inclinado hacia una izquierda, representado musicalmente esa noche por Quilapayún, la oposición por los huasos, o en otras palabras más estigmatizantes: estaban los barbudos del partido comunista con ponchos negros y los imitadores de huasos, afeitados y con chamantos, o bien el conjunto de canciones “la muralla” y “el patito” respectivamente, que mostraban dos miradas y contrastes de le época. La noche partía con los barbudos, si bien estos decidieron gastar todas sus ganancias de aquella actuación en pagarle la invitación a simpatizantes – pobladores, trabajadores y estudiantes –, aun así, sabían que el público en masa sería adverso, la pifiadera fue descomunal, porque de todo había “gritos, silbidos, proyectiles que caían sobre el foso de la orquesta incuso antes de que se iniciara la música”. Aun así, el grupo no se bajó del escenario y tocó su repertorio con un toque anti derecha que lo más probable es que hacía efervescer con demasía el ambiente.
Hasta pelea se armó, se dice que inició entre las mujeres, con las cuales entre tirones trataban de dejar en claro su postura por las canciones que sobre el escenario se tocaban. Entre griteríos se intenta seguir con la presentación, pero “toma entonces el micrófono Rodolfo Parada para exigir respeto: ‘aquellos que pifian a lo nacional y aplauden a lo extranjero son los mismos que hablan de libertad y pluralismo. ¿De qué libertad se trata, entonces? Queremos advertir que esto es fascismo, y el fascismo en nuestra patria ¡no pasará!’”. Lo que ocasionó más griterío, pero las canciones continuaron con La Batea y Las Ollitas, así relata la autora del libro.
Casi explota la escena en la Quinta Vergara, se canceló la premiación folclórica de la noche y se le pidió a los Huasos Quincheros retirar la contingencia de su repertorio, lo cual solo quería decir que dejaran de tocar “El Patito” (una canción ingenua creada para un humorista de la época, pero que la agrupación utilizaba y cambiaba la letra en función de la contingencia nacional) . A lo que los imitadores de huaso se negaron. “Por culpa del Patito Los Quincheros no actuarán en Viña”, tituló la Tercera.”