Claro está que las conceptualizaciones de vulnerabilidad y pobreza en ocasiones están conectadas desde lo más profundo, como es el caso de la película nacional Niñas Arañas (2017); una sociedad insondablemente individualista, clasista y arribista que genera sistemáticamente incalculables desigualdades a nivel socio-cultural. Es por esto que la película dirigida por Guillermo Helo muestra la historia de tres adolescentes que desde la más profunda vulnerabilidad y abandono, ingeniaron alternativas para hacer frente a la precarización de la vida que, en Chile, es parte de un ordenamiento de jerarquización y exclusión social.
La narración construida como crónica se sitúa en la periferia de un Santiago desposeído, una locación completamente opuesta a ser un lugar turístico y rimbombante, en términos concretos es un contexto que repite de forma constante en sitios dónde la homogeneidad de la precarización habitacional se repite en muchos lugares del territorio; haciendo de esta toma territorial la encargada de representar a todas las tomas que existen a lo largo y ancho del territorio, dónde vivir es una acción política de resistencia que se articula día a día por medio del sólo hecho de habitar y actuar desde la más profunda vulnerabilidad, buscando y ejecutando estrategias de supervivencia ante una necropolítica sistémica que desplaza y excluye a estos órganos disidentes y refractarios a un ordenamiento social que no los quiere en ninguna parte.
A modo de sinopsis, es plausible considerar que la construcción narrativa de esta historia emerge como reflejo de la fascinación colectiva y mediática del crimen cuando viene desde los sectores bajos, un morbo transversal en retrata la historia de tres adolescentes con vida quebradas desde el núcleo familiar, hasta el contexto socio-económico y cultural en el cual están inmersas; contexto de vulneración sistemática donde el abandono es otro protagonista de la narrativa, emergiendo tres escenarios de representación socio-conductual.
El primero de ellos es la representación de los embarazos no deseados en niñas, niños y adolescentes. Esta realidad es representada por medio de Cindy, una adolescente de 13 años quien está en evidente estado de embarazo, y que lejos de lamentar lo sucedido, abstrae este estado como una aproximación a su imaginario de “la familia feliz”, una reflexión inocente que emerge como repuesta directa del impacto de los constructos socioculturales heteropatriarcales que posicionan a la familia como objetivo y fin de la existencia humana en sociedad; constructos que no sólo están dentro del contrato social implícito, sino que también están instaurados como parte de la orgánica de una sociedad desde una perspectiva jurídico-legislativa y constitucional.
Por otra parte, está la representación de la superación de la vulnerabilidad por medio de los estímulos de la construcción de rol e identidad femenina dentro de la televisión, ya que comprendiendo que los medios masivos de comunicación funcionan como una “aguja hipodérmica”, una especie de inyección de la cultura de la basura en las mentes de la población, lo que se transforma en una interpretación de contexto desde los estímulos televisivos y mediáticos como una idealización de vida perfecta, y con esto nos referimos directamente a Estefani, adolescente de 13 años que sueña con entrar a la televisión a alguno de esos programas juveniles dónde la única imperativa de contenido es la hipersexualización de los cuerpos femenizados; acto que es interpretado por la joven adolescente como un ejercicio de instrumentalización de su cuerpo en favor de capitalizarlo para así salir definitivamente del contexto de vulnerabilidad en el cual está inmersa.
En tercer lugar, encontramos a la representación más compleja de describir que es la de Avi, adolescente de 13-14 años con evidente capacidad de liderazgo y sentido de responsabilidad, pero que pese a todas estas características positivas, se hace latente un profundo sentimiento de desilusión y desorientación. Una joven que lejos de tener ambiciones, o pensar a mediano y largo plazo, sus prioridades se concentran en el corto plazo, responder al hambre, a la pobreza, al abandono y vulnerabilidad.
Desde estas premisas es que se construye un caldo de cultivo que motivan a estas adolescentes a buscar desde las necesidades inmediatas formas de hacer frente a esta desigualdad que tiene cara de hambre y precarización; es por esto que las jóvenes deciden ir a los sectores más pudientes de la capital, escalar edificios no habitados y de gran altura para robar, comer e incluso en ocasiones, ducharse con agua caliente. A su vez resulta casi imperativo reflexionar sobre estos hechos desde una perspectiva legislativa y constitucional, considerando el contexto plebiscitario del que somos protagonistas; puesto que reflexionar sobre el hurto como supervivencia ante la violencia estatal, de clase y de marginalización de la pobreza, es únicamente cuestionable a nivel mediático, criminalizado y encarcelado cuando viene desde las, les, los más desposeídos.
Artículo 1°.- ¿Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos?
¿Es posible nacer libres e iguales en Chile?, un país de tradición dictatorial, un territorio donde el poder se ejerce por medio de jerarquización, la misma estructura que se transforma en la variable más imponente dentro de lo que conforma el status quo de un ordenamiento económico y cultural que dirime arbitrariamente vida digna para quienes pueden pagarlo; y eso es lo que estas tres adolescentes nos muestran con humildad, valentía y muchísimo coraje.
La esencia que cubre y moviliza a estas jóvenes es el más puro efecto de la institucionalización de la pobreza, la instrumentalización de la desigualdad social como mecanismo de agenciamiento en favor de quienes más tienen; una estructura organizacional donde el nivel socioeconómico es parte importante en la calidad de vida, en la seclusión socio-urbana y también en lo educativo, ¿es posible que estas tres adolescentes vulnerables sean libres, iguales en dignidad y derechos que cualquiera de nosotros?
“Sin libertad, sin igualdad. No hay derechos sin dignidad”
Tal como lo plantearon Las Tesis en su más reciente presentación “El funeral de la constitución de Pinochet”, en este territorio usurpado la igualdad no existe, mientras niñas, niños y adolescentes sean criminalizados por buscar formas de hacer frente al hambre que los acompaña día y noche, no habrá igualdad. Mientras las niñas, niños y adolescentes sean criminalizados por el estigma que una sociedad vacía e indolente les impone como carta de presentación, no habrá igualdad. Mientras niñas, niños y adolescentes arriesguen sus vidas por buscar mecanismos para mejorar su calidad de vida, porque en Chile no existe un Estado Benefactor que vele de forma equitativa por los derechos de nuestras niñas, niños y adolescentes, no habrá igualdad.
En Chile los derechos fundamentales existen únicamente eres integrante de familias acomodadas; sin embargo, para nuestro trío de heroínas estos derechos que irónicamente se conceptualizan como “fundamentales” les han sido sistemáticamente despojados de sus vidas desde el minuto en que nacieron. Es por esto que al no poseer las mínimas garantías de una vida digna e ingeniar estrategias para hacer frente a estas falencias estatales, sus vidas y existencia fueron fuertemente degradas por la opinión pública al estigmatizarlas criminalmente por “hurto a viviendas no habitadas del barrio alto de la capital”. Pero, ¿Qué pasa con la vida de estas niñas?, ¿Qué pasa con los que menos tienen?, ¿seguimos reproduciendo como sociedad la ley del más poderoso?
La vida de estas niñas sigue siendo aún más compleja al momento de ingresar a un centro de “abandono” integral de menores -Sename-, puesto que a razón del ejercicio de poder que existe dentro de estas instituciones, estas chicas no solo temen por la criminalización y lo público de su caso: “las niñas araña”, sino también temen por sus cuerpos, por su integridad, y más particularmente por sus vidas. Estas jóvenes saben mejor que nadie que estos centros son verdaderos espacios de tortura infantil, contextos de profundos daños a una inocente infancia, la que parece esfumarse hasta desaparecer.
Es por esto que Niñas Araña cumple un rol de concientización profundo de la sociedad actual, una radiografía completa de la población silenciada, invisibilizada, criminalizada y fuertemente aniquilada; pero más particularmente busca aportar una crítica insondable a la sociedad adultocentrista en la que estamos inmersas, inmerses e inmersos; ya que analizar y vislumbrar la pobreza desde la perspectiva de jóvenes que deben sortear las desventuras como hambre, frío y abandono, invita a las, les y los espectadores a redefinir y resignificar las opiniones sobre una de las poblaciones etarias más silenciadas y juzgadas: La voz de las niñas, niños y adolescentes.
En marco del primer aniversario del estallido social por la reivindicación de los derechos fundamentales de una vida digna, es que estas tres jóvenes históricamente primera línea ante un sistema jurisdiccional que impacta en los constructos sociales colectivos e invariables que se construyen a razón de la institucionalización de una legislación que opera en favor de algunos, y en perjuicio de otros, nos invitan no sólo a repensar las falencias de un sistema, sino que también nos invitan a poner en perspectiva la ejecutiva de una carta magna constitucional que no es democrática, y que nunca será democrática. Una carta magna que está escrita con sangre, desapariciones, desigualdad; pero más profundamente es una carta jurídiccional que institucionaliza de forma permanente y sistemática la estructura del status quo de una sociedad perfectamente articulada en favor de quienes más tienen, es por esto que siempre quedará la interrogante de: “¿Las “niñas araña” poseen realmente los mismos derechos, libertades y dignidad que Martín Larraín o Hernán Calderón Argandoña?