Ya han pasado casi dos semanas desde que Niños del Cerro debutaron Cuauhtémoc, su más reciente lanzamiento musical, y por lo natural, eso significaría al menos un pequeño ciclo promocional y algunas fechas en vivo. Pero con la industria de la música en punto muerto, producto del brote de casos de coronavirus en Chile, no parece haber mucha opción.
José “Pepe” Mazurett, baterista del destacado grupo de indie rock nacional, al igual que el resto de sus compañeros en acción, está en cuarentena en su casa, planificando algunas cosas y manteniéndose a salvo del contagio. Y pese a lo reciente del EP que sacaron, confiesa que todos comparten la misma mentalidad frente a ese material. “En nuestras mentes, Cuauhtémoc salió hace rato”, asegura al respecto. “Tuvimos que postergar su lanzamiento, porque salía la semana del 25 de octubre, para cuando se acabó Chile, y claro, entonces no venía al caso”, relata con algo de risa por la expresión citada. “Ahora vio la luz no más”.
Para ese entonces, el conjunto estaba, en las palabras del percusionista, en un proceso “más o menos crítico”. Con pocas tocatas e ingresos hacia los últimos meses del año, la banda asume como varios otros artistas una pérdida de terreno en la escena nacional frente al emergente género urbano. “No lo vemos de mala manera, sino que son cosas que van pasado”, comenta. Contrario a las suposiciones de los más cínicos, la verdadera razón por la que los artistas reconocen este cambio en los tiempos se vincula directamente con la economía. “Al estar en cuarentena, nos quita el peso de no haber estado tocando, y de que uno depende del dinero que le dejan sus bandas. Toda la plata que ganamos nosotros se va al proyecto”, agrega, “pero esto no nos tomó tan mal”.
¿Significa la cuarentena algún tipo de oportunidad? “Claro. Así ha sido el tema, de tocar unas cuántas canciones en las redes sociales”, observa el músico. “Es entretenido el fenómeno que se genera en la internet, porque ahora nos vemos obligados a explotarlo, y aún hay harto por descubrir. Es otro tipo de cercanía, porque mientras estás tocando, la gente te puede preguntar cosas, y eso es súper entretenido”.
Tal como ve el aspecto positivo, Pepe también reconoce las carencias de este formato. “Tenemos un espectador mucho más vivo en cuanto al diálogo. Pero se echa de menos igual el asistente que está siendo parte del espectáculo físico cuando tocamos, el que salta y corea las canciones.”
Entonces, ¿cuál es la motivación detrás de este nuevo trabajo? Pepe considera que por lo principal, Cuauhtémoc se trata de un pequeño respiro donde el grupo se da el gusto de hacer “temas más sencillos como los que escuchábamos cuando éramos pendejos”. Para el concepto sonoro del EP, la banda se sumergió en sus influencias anglófonas más clásicas, tales como Pavement, Weezer, Deerhunter (“siempre están presentes en nuestros corazones”), y Grizzly Bear. “Hay muy poco de elementos latinos en el sonido, excepto por “El sol en los ojos”. Alguien en México que nos reseñó la catalogó como un dream bossa”, explica sobre una fusión de dream pop y bossa nova en un mismo lugar.
La composición lírica tiene un referente más alejado de esta escena: The Downward Spiral, el magnum opus del respetado proyecto musical Nine Inch Nails. “A Diego [Antimán] le encanta mucho ese álbum. Revisando las letras de ese disco, se ve que hablan de un dolor físico e interno brutal. Un poco de la inspiración corre en intentar recrear ese tipo de dolores”, menciona Pepe.
“buscamos ser mejores”
A la hora de llevar a cabo el proceso creativo, los Niños del Cerro no tienen una ética de trabajo muy estricta, pero sí un modus operandi más o menos bien definido. “Primero, casi siempre nos llega un cifrado de acordes de Simón [Campusano], o una maquetita, y algunas ideas vagas. En el estudio vamos creando más ideas vagas. Y ahí desarrollamos la dirección en que va a ir el tema, el ritmo que va a tener, el bajo, y desde ahí crece, hasta que nos vuelva a salir otra incertidumbre”, comenta el baterista. “En el estudio trabajamos con Víctor Muñoz, que produjo y mezcló, y ahí Simón y yo metemos harto la cuchara”.
En ese último aspecto, Pepe comenta que “se reduce un poco el grupo, porque si no hay demasiadas ideas y se hace difícil congeniar”. Dicho esto, el conjunto está empeñado en abordar una nueva perspectiva para lo que se viene. “Ya estamos conversando sobre qué vamos a hacer en nuestro tercer disco, viendo un estudio y un productor. Planificamos poco a poco”, revela. “¿Qué vamos a hacer? Eso es un misterio. Esperamos crear algo que sea tan demandante para nosotros como para quien lo escuche. No digo que hayamos estado flojos, sólo digo que buscamos ser mejores”.
Un aspecto fundamental en esta motivación por el crecimiento musical tiene que ver con la retroalimentación que la banda ha tenido con la audiencia. “A mí me encanta leer los comentarios de la gente en general”, razona Pepe. Uno que atrajo bastante su atención, contrario a la apreciación de los fans, fue una reseña negativa publicada por el canal de YouTube del blog mexicano Crazy Rhythms Music. “[José Marr, reseñador] es una persona muy querida por nosotros, que en un momento nos hizo una entrevista, y a él le encantó Lance. Nos dijo en su momento que era uno de los discos que más le habían gustado en la vida, y bueno, este EP no le gustó para nada. Pero me gusta saberlo, porque no era para nada tirar mala onda, sino que era un comentario bien acertado. Eso nos permite seguir descubriéndonos”.
También opina entre risas, que “no sé si es un tanto sadomasoquista de mi parte, pero me gusta escuchar más de la gente que dice que no le gustó lo que hicimos”. Según su apreciación, lo importante es “tener en mente el no quedarse estático. Los comentarios de los fanáticos van a ser casi siempre positivos, entonces quedarnos ahí no nos va a llevar a nada. Tratamos de mantenernos piola y seguir trabajando, haciendo música que nos satisfaga a nosotros primero, porque si no también pierde el foco y así es muy fácil desarraigarse del proyecto. Se pierde el interés y se desnaturaliza.”
El agitado contexto social, político y cultural de los últimos meses se ha traducido en una transformación profunda de la experiencia que es ser músico en Chile. Desde el estallido del 18 de octubre, pasando por las aguas tibias de principios de año, recayendo en el encierro que supone la cuarentena del coronavirus, ha significado desafío y dificultad, uno tras otro. En el aspecto de la escena musical local, Pepe reconoce que puede ser una experiencia agridulce. “Siempre le hemos pedido más al país de lo que se puede dar, sobre todo en Santiago”, comenta. “A veces pensamos que quizás acá nos podría ir mejor, pero miro a los artistas que están en las mismas que nosotros, y nos siento súper bien posicionados, con un apañe muy importante de la gente que nos escucha”.
Uno de los momentos más significativos para Pepe y el resto de la banda en el último tiempo: poder participar en el marco de la iniciativa cultural Que no nos callen, en la que se llevaron a cabo eventos musicales con el objetivo de reforzar la comunidad en distintos sectores de un Santiago azotado con la realidad de la desigualdad social. “Había que mover lo artístico hacia la periferia”, comenta el baterista, “y para mí fue muy lindo ver la descentralización de las etapas culturales en la ciudad. Fue lindo entregar nuestro trabajo y volver a la autogestión, que es algo de lo que nos dio a conocer”.
¿La mejor parte? “A mí me toca de sobremanera, porque soy de Puente Alto, y me emocionó mucho poder tocar en una plaza y luego irme caminando a la casa. Era algo que no había hecho nunca antes”.