Quentin Tarantino es alguien que a esta altura no necesita introducción gracias a su filmografía y extenso trabajo en la pantalla grande. Siendo «Once Upon a Time… in Hollywood» su novena película, generaba expectativas de un director que se ha elevado por su lenguaje cinematográfico particular, uno que apunta a la ficción ensangrentada y una paleta de color saturada. A pesar de toda expectativa que este film puede aún generar, no podemos hablar de una consagración maestral, sino más bien de un lenguaje repetitivo que ha perdido su brillo en la gran escena del cine.
Producido por Columbia Pictures, escrito y dirigido por Tarantino, Once Upon a Time… in Hollywood resalta por sus actores estelares; Leonardo DiCaprio, Brad Pitt y Margot Robbie como las tres líneas argumentales principales. La narrativa de este film nos habla de un «fairy tale moderno que le rinde homenaje a los finales momentos de la era dorada de Holywood«, con el clásico dinamismo de las múltiples historias cruzadas. Brad Pitt interpreta a Cliff Booth, el stunt double del famoso actor de Westerns Rick Dalton, interpretado por Leo DiCaprio. Dalton se encuentra en la decadencia de su carrera mientras Booth actúa como su soporte emocional y ocasional reparador de la mansión que ocupa Rick en Holywood.
Lo que cruza esta historia con la de Sharon Tate interpretada por Margot Robbie, es la coincidencia de que nuestro actor fallido de Hollywood es su vecino más cercano. Aquí la actriz reside con su esposo Roman Polanski y retrata la vida que poseen ambos, sumergidas en todos los estupefacientes que la industria del cine puede proveer en California. A esta dinámica se le suma un extraño rancho tomado por adolescentes que administra un tal «Charlie», donde residen cientos de menores de edad.
Si bien han nombrado a esta reciente aparición cinematográfica de Tarantino «su más personal trabaja hasta la fecha«, no logra centrarse como algo más que superficial. Antes que todo, debemos resaltar las actuaciones que destellaron en su elegancia y rendimiento. DiCaprio y Brad Pitt sin duda se roban la pantalla; Leonardo nos brinda el lado emocional y hasta cierto punto frívolo que representa un actor en el medio, pero de igual manera nos estremece con la honestidad de su performance. Pitt por su lado acude a interpretar un personaje que en su vida se ha relegado a un segundo plano y nos propone de igual manera una refrescante narrativa para el actor, definitivamente un papel que jamás lo hemos visto en su piel.
A pesar de aquellas refrescantes performances, este largometraje carece de un argumento sólido; si bien la unidireccionalidad nunca ha sido la intención del director, la trama no logra solidificarse lo suficiente como para ser realmente congruente o al menos cohesiva. Lo que más pesa en este film sin embargo, es la repetitiva violencia que Tarantino nos ha brindado en sus ocho film anteriores. La violencia puede cobrar muchas formas y sentidos en la pantalla grande, pero llega un punto en donde si ocupas los mismos recursos una y otra vez, aquel lenguaje se transforma en algo ineficaz y finalmente sin sentido. Quizás aquel es el asunto más conflictivo en esta ocasión.
Alerta de Spoiler
El final es otro punto álgido, como ya sabemos Tarantino es un director que le interesa mezclar los hechos reales con ficción en sus films, una especie de dimensión alternativa. En esta ocasión Tate en vez de ser asesinada por miembros del clan Manson, es salvada por sus vecinos Rick Dalton y Cliff Booth. Si bien podría sonar como una entretenida escapada de la brutal realidad, la violencia es aquello conflictivo -algo que sucede además solo en el final- ya que se utiliza como un recurso gracioso más que nada. Es aquella violencia que logra que el receptor no la cuestione, sino goce con aquel medio de sangre sin consecuencias, siendo ambas partes -receptor y agente de violencia- gocen de aquella brutalidad gratuita.
Once Upon a Time… in Hollywood brilla en su calidad fotográfica, un lenguaje efervescente que se remite a la dorada época de los sesenta, con foco crítico, una nitidez elegante y una paleta des-saturada. Sin embargo, lo que sobra en fotografía, falta en argumento. ¿Será que la obsesión de Hollywood por hablar de Hollywood se ha agotado? ¿será que Tarantino ha agotado un recurso y hemos finalmente visto su real superficialidad? Aquellas son respuestas que no necesariamente encontraremos en seguida, pero creo que el director ha logrado desensibilizar su propia obra y crear un lenguaje de violencia vacío que no toma en cuenta a las consecuencias. Decepcionante quizás es un adjetivo para describir este suceso, pero sin duda recomendamos vivir esta experiencia para que las imágenes vacuas puedan hablar por sí solas.
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