Porteña, feminista y pluricultural, son palabras con las que se puede definir a Pascuala Ilabaca, la compositora que nos invita a viajar por diversas culturas y tradiciones en cada una de sus canciones, las que se caracterizan por una férrea armonía que se transforma fuertemente en una reivindicación a la cultura latinoamericana como una trinchera de lucha frente al eurocentrismo solapado.
La característica forma de composición de Pascuala se construye desde la más pura armonía entre la melodía y el lenguaje como una extensión comunicacional. “Me encargo harto de manejar y de desarrollar un lenguaje escuchando el bajo, la percusión y todo lo que está entremedio, (…) entonces es bonito como abrir la bandeja a eso también. Y me he dado cuenta mucho en mi composición, me es importante que la gente discrimine los otros instrumentos, porque siento que la música que sale en la radio no ha educado los oídos de la gente para distinguir. Entonces, como que me he preocupado mucho de dar esos momentos instrumentales, que eso también es parte como de mi linaje de la música Porteña”
“Y también por la investigación musical que he hecho, he tomado sonidos de distintas partes del mundo, y también eso ha nutrido mucho mi música, y no solamente las melodías que hago están influenciadas por la India, sino que eso ha nutrido mucho mi música (…) y eso te da una puerta de entrada especial. Proponer también que nuestra cultura no es solamente occidental, sino también es oriental y también es indígena, y romper es forma de siempre ver el mundo partido por la mitad”.
El carácter político que posee la composición de Pascuala siempre es un tópico que nunca pasa desapercibido, tal como es el caso de Compañeras al Compás, canción que toca aquella fibra más sensible: “fue un proceso que yo cuando compuse esta canción, fue como al sexto día del estallido, lo podría haber tirado como al tiro, pero me dí cuenta de que quería hacerlo como con todo este proceso(…) de componer esta canción, después hacer el arreglo de cuerdas con Simón González, destacado músico nacional, y después entregar las partituras, escoger a las intérpretes”.
En cuanto a la grabación del clip de este track, Pascuala reconoce que “fue difícil porque grabamos en vivo, en un plano secuencia, y el audio está registrado ahí mismo, o sea, todo es la realidad misma, que en serio me interesaba retratar en esta canción; que en el fondo es una calle muy sucia, había muy mal olor a basura, que no esa la postal del Valpo bonito, sino que es el Valpo cotidiano, el Valpo de ruido”.
Ante esta impronta interpretativa, en la materialización del videoclip de Compañeras al Compás también se evidencia un halo reivindicativo en lo que respecta a las demandas sociales que se han mantenido en pie de durante estos seis meses desde el 18 de octubre. Sobre esto, la artista performática se hace latente al momento de construir un elemento audiovisual como una extensión artística de intervención social, según la cantautora su “intención era mostrar lo destruido de la sociedad, y también en contraste lo limpia que está la mujer, lo clara que es la gente, lo limpia que es esta lucha, y también apelando a lo sucio que está el entorno, entonces, por eso quise hacerlo ahí”.
Es transversal reconocer que el 18O nos marcó a todas, todes y todos de diferentes formas, sin embargo, el planteamiento de las problemáticas feministas a través del colectivo las tesis, marcó un antes y un después en la manera en que se reconocen estas violencias que atentan contra la mujer, a lo que Pascuala comenta que “Es fantástico, o sea, encuentro la raja la mezcla, algo que sean tesis feministas, algo que sea el lenguaje académico pueda traspasarse a un formato popular y que sea un himno (…) Yo creo que a cada una nos liberó de alguna historia”.
“Para mí que escribo letras, te puedo hablar que encuentro que la frase ‘y la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía’ es la que más nos llega a todas, y en el fondo nos muestra que en realidad vivimos en una sociedad muy culposa, que todas las mujeres que hemos decidido estar en una lucha [feminista] y volver a crear, también nos llevamos esa culpa encima, entonces es bonito desde la literatura volver a analizar la letra y decir ‘esta es la parte que todo Chile quiere cantar’”.
Ante la cultura del macho opresor que es señalado en la propuesta artística del colectivo, Pascuala lo lleva de lleno a la opresión de la producción y difusión musical, reconociendo que “la industria [musical] está en el eje del capitalismo, y el capitalismo siempre va a ser opresor. No hay industria para la música instrumental chilena, no hay industria para el jazz. Entonces, para todas las personas que no estamos como en el género pop, o lo que vaya cambiando, la tendencia y otras cosas, estas destinados para siempre a no estar en la radio, a no estar en la boca de la prensa oficial. Entonces, eso es en el fondo como una dictadura, y en fondo, en la misma forma de hacer una canción, también es una dictadura, porque es la única forma en la que se puede componer música”.
Siguiendo en esta línea, la artista comenta de forma crítica y reflexiva, sobre su experiencia dentro de la industria música y desde sus inicios identifica que “la industria acá era muy muy muy machista, y no existía ninguna productora mujer, las únicas mujeres que estaban como más en mainstream tenían productores que eran sus esposos, porque si te fijas en la historia de Chile, los productores hombres que han sido como los más consagrados se han enamorado, profesionalmente hablando, de puros artistas hombres, los artistas que han encontrado un productor que los tire para arriba, como es el caso de los tres, el caso de los prisioneros mismos, tenían productores que eran hombres, no mujeres”.
En cuanto al reconocimiento del trabajo histórico de las mujeres en la música, es transversal que las mujeres han sido invisibilizadas en lo que respecta a su aporte en la construcción de identidad cultural, sobre esto añade “Yo creo que no hay ninguna mujer latinoamericana que tenga el reconocimiento que se merece, por ejemplo Frida Kahlo es súper famosa, pero es famosa en la forma, se ha utilizado como algo publicitario, pero tampoco conocemos su parte como poética, su visión de mundo, y a Violeta Parra le pasó como lo mismo, se escogió el Gracias a la vida porque queremos estar en su lado menos contradictorio, y la mujer justamente queda en la contradicción”.
A modo de visibilización y reivindicación del trabajo de identidad cultural, musical y folklorico que caracteriza a Violeta Parra, es que la artista ha realizado un trabajo de profundo respeto y admiración sobre las piezas musicales creadas por Violeta, reconociendo que “Yo empecé con eso del Violeta-parrista, porque cuando saqué el disco, yo hice ese comunicado que junté a puros músicos violetaparristas e hicimos el disco, como buscando tener canciones de Violeta que no se sabía la gente en esa época, el gavilán, por ejemplo, y bien musicales, para mostrar realmente quién era y eso. Siento que todvía hace falta que ella esté presente, siempre la he seguido cantando en todos mis conciertos estos doce años justamente por eso, porque siento que todavía hace falta que esté presente”.
El evidente compromiso político de darle voz y presencia a aquellos que no tienen voz, permite reconocer que “Siempre la música es una trinchera para lo político, como que a mí no me gusta el aprovechamiento. Para mí siempre, el artista de corazón que le importa la cuestión social lo va a tener metido en su concierto, porque es su medio de comunicación, entonces, que es lo que tú quieres comunicar, porque ahí está en el centro”.