La nostalgia por el principio de los 2000 ha sido prominente. de aquello no hay duda. Entre artistas como Soccer Mommy o Snail Mail, encontramos esta narrativa que pone en el eje de la música la narrativa indie de principios de siglo, encontrando como fuerte referente a Elliott Smith por ejemplo. ¿Pero qué tiene que ver todo esto? Phoebe Bridgers se suma a esta secuela, pero desde una perspectiva emocional que se desprende de ser sólo un mero recuerdo de los 2000. Con “Punisher” Bridgers apunta por un álbum emocional que deslumbra como una impecable muestra de su lenguaje autoral. Así, tenemos la suerte de que el próximo viernes 28 de Marzo, podremos ver a Phoebe Bridgers en toda su gloria en la décima edición del festival Lollapalooza Chile, en donde “Punisher” será uno de los ejes centrales del show.
“Punisher” es el segundo álbum solista de Phoebe Bridgers, pero el cuarto en su discografía total. Siendo parte de boygenius junto con Lucy Dacus y Julien Baker, lanzaron en 2018 su álbum debut homónimo; mientras el 2019 Bridgers se adentró en el proyecto colaborativo con Conor Oberst titulado Better Oblivion Community Center. Ya con este currículum, su segunda entrega en solitario generaba una expectativa que viene desde su trabajo crudo, sensible e impecablemente atmosférico.
Lanzado el 18 de Junio del 2020, un día antes de lo premeditado, “Punisher” nos encanta con su sensibilidad desde el primer encuentro con su portada. La nostalgia de principio de los 2000 es evidente al mismo tiempo que es sutil; el álbum parte con nada menos que “DVD Menu“, una variación del tema final “I Know The End“. Con esta referencia a aquellos instantes audiovisuales que forman nuestra infancia, “Garden Song” es el significante comienzo de esta narrativa emocional.
“Garden Song” se siente instrumentalmente como sumergido bajo el agua, mientras Phoebe Bridgers entra con una inevitable suave voz guiando esta hazaña musical. Siendo este primer single un homenaje poético y conmovedor a los giros de la vida, Phoebe siempre compromete su honestidad antes que todo. Este tema es una balada amorosa sin duda, pero aparece como un espejo de “Smoke Signals” de su álbum anterior, tanto musical como temáticamente.
Por su parte, “Kyoto” es un cambio ambiental necesario y refrescante. Con detalles más estridentes y con una melodía que resalta como una enérgica muestra de de catarsis, la artista nos deja saborear sus más intrépidas jugadas musicales. Mientras Bridgers nos habla de la compleja relación con su padre y un ansioso viaje a Japón, nos vemos insertos en una narrativa ferozmente cruda, que con ciertas similitudes a “Dylan Thomas” de BOCC explota un lenguaje autoral intenso, que destella como un encuentro con sus más pregnantes paletas sonoras.
Entre los pasajes más atmosféricos en clave balada, podemos comenzar destacando “Punisher” y “Halloween“. El primero es una especie de rendición a Elliott Smith, siendo “Punisher” una conversación ficticia entre ambos artistas, en donde Phoebe es la punisher o fan excesiva que traspasa los límites. En este sentido es una retrato acertado de nuestra generación y la de PB respecto de la idealización de un artista como un héroe.
“Es un poco sobre Silver Lake, un poco sobre depresión, y sobretodo sobre acosar a Elliott Smith y tener miedo de ser una punisher. Escribí esta canción sobre cómo, si Elliott estuviera vivo, yo no sería la persona más entretenida para hablarle. Soy una superfan y probablemente sé demasiado sobre su música. Así que escribí esa canción como la punisher“, cuenta Phoebe a The New Yorker.
Mientras “Halloween” abre viejas heridas, “Chinese Satellite” nos sumerge en intrépidas aguas de emocionalidades ocultas. Bridgers es de aquellas artistas que derraman su corazón con la voz y “Chinese Satlellite” no es la excepción. Con un plot twist melódico que nos desconcierta, este tema es el contrapunto temático a “Kyoto” de alguna manera, encontrando detalles más audaces y eléctricos hacia finales del track, aún así continuando con la tonalidad visceral del álbum.
Ya hacia el final de esta audaz narrativa, nos encontramos con dos destellos esenciales: “Graceland Too” y “I Know The End“. Por su parte, “Graceland Too” es lo más cercano al folk de su debut, un templado tema con infusiones de balada country, siendo la letra el contraste enigmático: “Tomé MDMA con unos amigos, y me di cuenta que las decisiones que tomas mientras estás en este viaje son para toda la vida. Es como terapia, una aceleración de serotonina“. Este cntraste tonal, es al menos interesante en el universo lírico y musical que nos propone Phoebe Bridgers.
“I Know The End” por otra parte, es el cierre metalinguístico de “Punisher“; una balada folk apocalíptica que recupera las habilidades narrativas de la artista, describiendo una desolada versión del mundo con referencias a la cultura estadounidense y los aconteceres nacionales. Sin duda, “I Know The End” es un gran acontecimiento musical que nos eleva por otras direcciones, un final inesperado que explota con certeza. Mientras las cuerdas se transforman en un mar salvaje, Phoebe Bridgers jamás pierde el norte: este el momento más álgido y remoto del álbum que retrata tanto sus intenciones feroces como sus sensibilidades más templadas.
“Punisher” en ninguna instancia es un álbum explosivo, es una serie de acontecimientos gentiles y viscerales que se funden con una impresionante narrativa contemporánea y cercana. Con un paso constante y cohesivo, Phoebe Bridgers nos convence que la honestidad es sinónimo de la emocionalidad intacta que nos propone.
Entre folk, country e indie, la artista nos sumerge en una aventura sónica implacable. “Punisher” es suave, sí, pero no en su impacto corporal. Es un ávido retrato de su lenguaje autoral como escritora, cantante y compositora, entregándonos la nostalgia de los 2000 en clave sensible e imperiosa, pero sobre todo muy propia, volcando las referencias hacia su propia experiencia sensorial. “Punisher” es la excelencia visceral como jamás la habíamos visto, un lenguaje sensorial majestuoso.
No olvides que podrás ver el despliegue de “Punisher” este 18 de Marzo en el Parque Bicentenario Cerrillos.