A Rosalía una vez le dijeron que tenía que “sacar algo de carácter y algo de voz”. Eso en un concurso de talentos ibérico en que intentó probar suerte cuando tenía 15 años. Ahora, una década más tarde, se posa con una mirada incrédula, inmóvil, ante un Acer Stage que pocas veces se ha visto tan lleno, mientras una multitud fervorosa celebra su mito, uno que partió en noviembre pasado con la publicación de El Mal Querer.
Segundos antes, había subido al escenario a partir todo con “Pienso en tu mirá”, que se escuchó como un himno en todo el parque. Es el debut en Chile de Rosalía y la incógnita de si el hype esta justificado se despeja de inmediato. También es el segundo show de la gira de El Mal Querer, que partió dos días antes en Argentina también en Lollapalooza, pero en uno de los escenarios principales.
Para estar recién estrenado, el show se muestra pulido y cada compleja coreografía se evidencia ensayada hasta la perfección. Rosalía es capaz también de mezclar momentos de diva pop, junto a su cuerpo de baile, con los lamentos de “A Ningún Hombre” o “Catalina”. Sus ojos se empapan mientras presenta una versión acapela de esta última, un tema que nació previo a que la vorágine le envolviera, y que tal vez nunca se imaginó lo que ahora pasa. Agradece y agradece, dice que nunca se va a olvidar de nosotros y que está feliz de presentarse acá viniendo de tan lejos.
No hay motivos para pensar que el éxito de Rosalía es uno pasajero. Tiene en sus manos la virtud del talento y la innovación, además de una vitrina global, ya no sólo en España, que está atento a cada uno de sus movimientos. Lo más probable es que el mismo público la vuelva a ver presentándose en uno de los escenarios principales frente a escépticos convencidos.
Cuando los aplausos y los coros truenan, más díficil es escuchar a los críticos. Los ortodoxos del flamenco cada vez miran más desde abajo cómo Rosalía lleva la tradición a un nuevo contexto y la eleva deconstruyéndola con dinamismo y sentido del espectáculo.
La cantaora puede cantarte sus lamentos directo a la cara de la manera más sensible y dura posible, alternando coreografías alucinantes con momentos en que su voz desnuda hipnotiza.