¡No descansaré! grita Gustavo, desafiante ante un dios que le exige bajar revoluciones. No, Soda no para y es lo primero que nos deja claro en la apertura de su quinto álbum de estudio, que refleja la etapa sonora más madura , y quizás, la más frágil para los integrantes del conjunto transandino que cambió los paradigmas del pop en español
Canción Animal cumple 3 décadas, sin embargo suena tan fresco y vigente como siempre. Luego de dar paso a toda una discografía marcada por sonidos eclécticos, sacados a todas sus anchas desde el “primer mundo” y el fervor sintético del sonido anglo en los 80`s, los bonaerenses regresan a lo esencial, al garage, dejando atrás sus ansias de Sting y ska blanco para empoderarse y rescatar el legado de los Spinetta y los García, hacerlo propio y hacerlo bien.
Sin embargo, lo orgánico y visceral detrás de este trabajo se acerca más a una etapa de quiebre entre el trío divino y la intromisión de un factor ajeno. Y es que probablemente sin la participación de Daniel Melero, para muchos “el cuarto Soda”, jamás hubiesen encontrado aquél sonido pre-grunge que le hizo tan bien a la evolución sonora de los trasandinos.
Pese a que la obra fue producida en conjunto por Zeta y Gustavo, fue la amistad y admiración mutua entre este último y Melero la que guió su camino sonoro. Además de haber sido co-autor de los tracks “Canción Animal”, “Hombre al Agua” y “Cae el Sol”, la influencia del músico en la búsqueda personal de Cerati fue clave para incluso definir el rumbo que seguiría más adelante tras la separación de la banda y la construcción de sus proyecciones solistas.
La fama en Argentina les quedaba cada vez más corta y con el lanzamiento del álbum naranja, esa sensación se ramificó hacia toda latinoamérica. No solo por la inclusión de canciones hechas intrínsecamente para ser un hit como la inmortal “De Música Ligera”, sino porque también, fue de esos discos que marcó un antes y un después en el sonido de todo un continente.
Muchos músicos hoy consagrados, eran aún adolescentes cuando escucharon el “Canción Animal”, y de una forma u otra, intentaron imitar los componentes mezclados en su interior, sin mayor éxito. Pero finalmente se trató de un cierre, un preámbulo a lo inevitable y la consecuencia de un agotamiento de los músicos, más no de la música.
Dos años después llegó Dynamo y luego el Sueño Stereo, ambos, discos catárticos del conjunto e indiscutibles obras que están en lo alto del podio del rock en español. Pero el simbolismo detrás de ese de la portada con leones copulando, habla de un punto de inflexión del grupo, cuando su tren no podía ir más rápido y entonces quedaban dos opciones además de forjar la leyenda: superar las velocidades inconmensurables a las que estaban llegando, o estrellarse contra la pared. Y sea cual fuere el camino que decidieron tomar en ese entonces, hasta hoy podemos escuchar el resultado de toda esa energía explotando o fluyendo en nuestros oídos, con la forma de canciones salvajes, que cogen una y otra vez a lo largo de los 41 minutos que dura el álbum más estremecedor de Soda Stereo.
(Reseña escrita originalmente en Agosto de 2017)