Un festival como Lollapalooza siempre tendrá sorpresas para el público: sea algún show secreto, stand con premios de categoría, o invitados especiales que dan un nuevo aire a una presentación ya vibrante. El regreso a Chile de The Alive fue una de esas agradables sorpresas, con un desplante distendido y energía fresca, nos regalaron una presentación inspirada en icónicos sonidos del rock de los ’90s.
El joven conjunto de Chicago tuvo su debut en tierra local durante la edición 2018 de Lollapalooza Chile, cuando el trío oscilaba entre los 10 y 13 años de edad. En su segundo arribo al festival, dan el salto desde Kidzapalooza hacia el VTR Stage, siendo una banda con más rodaje y preparada para dar un show de calidad en uno de los grandes escenarios del festival.
La presentación comenzó con un sonido intrépido y riffs afilados, con clara inspiración en conjuntos ícono como Foo Fighters o Queens of The Stone Age. Distorsión, rock pesado y adrenalina, mientras la banda nos contaba qué inspiró la creación de algunas de sus piezas originales. Y fue allí donde por un momento se hizo visible el espíritu adolescente que aún los envuelve, con narrativas sencillas desprendidas de experiencias triviales, pero que poco a poco adquieren un tinte más oscuro y universal, como el estar bloqueado como individuo, o una charla de corazón roto dentro de un bar de Francia.
Cerca de la mitad del show, el vocalista Bastian Evans nos entrega breves palabras acerca de una de sus bandas favoritas, Tool. Allí comienza el cover a “The Pot” y de allí en adelante la banda extiende sus posibilidades sonoras: gritos a la Kurt Cobain e instrumentación que remite a los episodios más clásicos de Alice in Chains. Antes de que baje el telón vuelven a expresar el cariño que le tienen a Chile, a Pichilemu, a sus olas y el surf— después de todo, siguen siendo jóvenes almas de California.
Un conjunto que no se refugia solo en el gimmick de ser los “niños del rock”, sino que en el goce de tener una banda de rock con la cual compartir sus experiencias hacia el mundo. Un presente que los lleva de gira en gira con monstruos e íconos de la música, a la espera de un futuro aún más brillante en el que puedan seguir reinventándose.