Twenty One Pilots es el duo de la nueva era que mejor ha sabido razonar con la angustia adolescente. Desde una narrativa altamente melodramática, hasta una exploración de tantos géneros como colores existen, se han deslizado sobre todos los puntos que podrían convertirlos en un grupo de masas. Con su tercer LP “Blurryface” (2015) conquistaron las listas de hits y escalaron a la cima hasta volverse uno de los pocos grupos con algo de rock sobre sus acordes en tener una diversidad de éxitos contemporáneos. Sin embargo, cuando se llega a lo más alto es fácil perder la perspectiva. Con una serie de críticas sobre su dramática narrativa y falta de autenticidad, el duo se tomó tres años para evaluar cual sería su siguiente paso artístico, el cual se tradujo en “Trench” (2018).
El duo estadounidense vuelve a retomar una arista conceptual al girar sus composiciones sobre personajes con sus propias dinámicas y universo. “Jumpsuit” abre con una potente línea de bajo acompañada de los poderosos golpes de caja del baterista Josh Dun. La energética armonía desciende en los versos bajo la delicada voz de Tyler Joseph, la producción envuelve las progresiones cayendo en un emocional estribillo y una simple aunque efectiva melodía principal. La pieza de ropa referente al título de la canción no es más que una metáfora sobre el ocultarse del exterior. Mientras Tyler desgarra su garganta cantando “No puedo creer cuanto odio / Las presiones de un nuevo lugar caen en mi camino” el auditor se ve comprometido emocionalmente, y entregado al que será un viaje dulce y personal.
A diferencia de sus trabajos anteriores, Twenty One Pilots decide abandonar su ensalada de géneros para enfocarse en un sonido propio. El enfoque en un rap alternativo pierde puntos en diversidad, pero gana en dirección y contendido artístico. El flujo de temas es orgánico y transita bien entre los variados conceptos que ponen bajo sus letras. Junto a ello, la lírica de Tyler se ve potenciada en el equilibrio emocional que pone en sus palabras, nunca pasando el límite de lo dramático, pero abriéndose lo suficiente como para empatizar con el auditor.
Entre “Morph” y “My Blood” se percibe una influencia disco pop en los estribillos, las deliciosas melodías de bajo acompañan las hipnóticas armonías, empapándose de adictivos coros y divertidos movimientos instrumentales. En el cuarto tema el duo ve uno de los mejores momentos de su discografía, con una íntima composición sobre la tristeza y la necesidad de apoyo. Cuando el narrador dice “Quédate conmigo / No necesitas correr / Quédate conmigo, mi sangre” bien podría estar hablando desde la perspectiva de un familiar o de Dios. El uso de la espiritualidad adquiere una arista emocional que nunca cae en el reproche, sino más bien en la justificación del alma como motor de movimiento. Desde ese punto, es difícil no caer en los brazos del artista.
Melancólico y pesado, el duo no abandona el drama de sus letras, pero lo adoptan de forma que no entre forzada y desesperadamente. “Chlorine” juega con metáforas sobre las drogas y la música: “Este beat es un químico”. El narrador compara la dependencia de drogas con el uso de la música como medida de escapatoria, y ratos es difícil distinguir cual de los dos lados es el presente en la realidad. A veces la lírica puede tornarse levemente obvia, pero se mantiene lo suficientemente ingeniosa como para nunca dejar de llamar la atención. No dejando de lado la versatilidad que los puso en la palestra en primer lugar “Nino and the Niners” toma influencia de reggae y las introduce en su orgánico sonido de rap alternativo. La temática oscura contrarresta el tono medianamente entusiasmado. Una narrativa paranoica que se nutre del concepto detrás del disco.
En el desenlace es cuando se encuentran los cortes más olvidables. Una seguidilla de temas que bien podrían servir de relleno, o de alguna forma complementar la atmósfera oscura del álbum. “Legend” destaca líricamente por la mención al fallecido abuelo del compositor. El corazón del vocalista se impregna en los versos y los vuelve dulces segmentos melódicos, aún cuando los ritmos puedan caer en lo conocido. Con una duración de casi una hora, no se extiende lo suficiente como para perder al auditor y mantiene arriba un sólido trabajo artístico y melódico.
Luego de contentar a los adolescentes angustiados del nuevo milenio, Twenty One Pilots toma las riendas en su álbum más maduro y asertivo. El duo entiende aquello que lo fortalece y saca provecho de sus habilidades en contra de aquellos pesos que los habían estado manteniendo en tierra. Sin la necesidad de estar constantemente innovando, y paradójicamente, siguiendo el estilo que los había hecho un rostro conocido, se mantienen con un sonido y lo explotan hasta no poder más. Nadie podrá negar que cuando estos chicos se atreven, golpean con fuerza.
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