“Está pasando”, dicen las hermanas Pastenes al terminar la primera canción de su setlist. El nerviosismo y la ansiedad es entendible. Hace poco más de un año, Yorka tocaba para máximo 100 personas, de hecho, para el primer aniversario de su segundo disco, cuentan, instalaron sus instrumentos en una casa y celebraron junto a esa cantidad. Las cosas han cambiado.
Este show fue promocionado como el show más importante en la carrera de la banda. La tarea era díficil: llenar un Nescafé de las Artes para celebrar el primer aniversario del disco Humo, que trasladó a Yorka a un otro plano y con el que cosecharon muy buenas criticas el año pasado. La promoción fue exhaustiva y la preparación para qué decir. Un show compuesto por momentos más que canciones y tal vez demasiado discurso, pero que sin dudas logró conectar a un nivel más íntimo con una buena parte del público que la fue a ver.
Benjamin Walker, Moral Distraída y Arelis Uribe fueron algunos de la gran cantidad de invitados que tuvo la casi hora y media de show, y que sin duda se sintió como el más significativo de su carrera, no sólo por el recinto y de casi no tener butacas vacías, sino porque se sintió como una celebración de un hito en los casi siete años de carrera. Una banda que tiene como cara visible a las hermanas Pastenes y cuyas intervenciones entre canción y canción sirven de hilo conductor a un show que estaba meticulosamente armado.
No sólo las canciones hablaron por Yorka, sino que no escatimó tiempo en hablarle al público por largo rato y contar acerca de lo que habían vivido en estos siete años de carrera. Depresiones, chistes y consignas resumieron los tópicos que abordó, por ejemplo, mientras los técnicos dejaban todo listo detrás del telón para que un curso completo de niños, enseñados por la misma Yorka, la ayudaran a interpretar una canción de su catálogo más primitivo.
Lo del pasado miércoles en el Nescafé de las Artes fue una celebración no sólo de su discografía, sino de su viaje como banda y las experiencias y personas que encontraron en el camino. Yorka completó el hito más importante de su carrera con un teatro casi totalmente vendido, con un club de fans que preparó intervenciones (yorkitos) y que redujo el recinto a un lugar íntimo y del que todos se sintieron parte.