Lo bello del Barrio Bellavista es que es un lugar de encuentro -y festejo descontrolado- que a la vez, brinda mucho de aquello bohemio que caracteriza a los boulevards del mundo. Más allá de los bares y la juventud en éxtasis, Bellavista guarda muchos exponentes del arte callejero o la escena under de un Santiago cada año más multi-facético en su espectro artístico- cultural.
Es allí donde puedes de ver uno de los mejores shows musicales que pueden encontrarse en la gran ciudad. Simple, pero lleno de energía; poco estrafalario, pero hipnotizante. Se trata del show del veterano Iván Torres y su amado conjunto Zapatilla Social Blues, nombre que nace través de una divertida e inteligente alusión a la legendaria agrupación cubana, Buena Vista Social Club.
Iván y los “Zapatilla” son el puñetazo en la cara perfecto para todo aquél que no quiera convencerse de que los conceptos de cultura, arte e identidad pueden mimetizarse y revolverse para dar vida a proyectos como ésta banda de blues chileno, que toma lo mejor del sonido “negro” gestado por los esclavos de Norteamérica y que sentó las bases de la música popular, para unirlo con líricas criollas, nostálgicas, jocosas, cotidianas y a veces, infinitamente profundas.
Mirar a Iván entonando sus canciones al son de acordes simples pero seductores, es mirar la fusión cultural. Es como si un Rey Guachaca hubiese aprendido blues con Moddy Wathers o BB King. Es como si Mick Jagger hubiese nacido en Independencia.
No se trata solo de tomar la escala pentatónica y ponerle chinelismos sobre ella, va más a allá de eso. El sonido es único. Zapatillas Social Blues provoca la sensación de creer que el blues se inventó en Chile, en alguna calle de Valparaíso o allá por Recoleta. Se trata de un ritmo que logra identificarte, un sonido callejero, sencillo y que te invita a vivir la bohemia desde los ojos de un veterano con alma de adolescente. Iván Torres expulsa pasión en cada canción que toca y hace reír a su público. El show es cercano, hogareño, bastante íntimo. Podrías escuchar a los Zapatillas en el bar más caro de la Capital o en una Peña Folclórica organizada por los vecinos y no
notarías la diferencia.
Caciones como “Yo los cago a todos”, “Ella es Mala” o “El discípulo y el maestro” son invitaciones a vivir, a reírse de los demás y de uno mismo, a tomarse un trago y sacar a bailar a la chica o chico de enfrente. “Hilo curao”, “Esas ganas locas de soñar” o “No es que quiera recordarte” muestran el otro extremo de un sonido tan maleable y universal como el blues. La melancolía, la pena, la rabia o esa sensación de caminar solo por las calles nocturnas dando bocanadas a la vida.
No es extraño que pocos conozcan a los Zapatilla. Con décadas de existencia, la banda siempre se ha debido a su público, que además de ser reducido es muy específico. A Chile no le gusta mucho el blues, pero en el fondo siempre ha estado ahí, entre nosotros.
En esta cruzada no está solo Iván, hay una variada y más que sorprendente cantidad de proyectos -unos más nuevos que otros y algunos que existen desde antes de que muchos de nosotros aprendiéramos a leer- que completan y complementan esta escena under.
El blues chileno, o blues criollo, se compone de una verdadera familia de músicos y seguidores del estilo, que encuentran su sede en donde sea que se respiren las 6 cuerdas y 12 celdillas. Sin embargo, cuentan con sus propias leyendas y mitos, como Vintage Blues, Mandrácula, Jano Letelier, Jhonny Blues, La Rata Blusera, El Cruce, Cristian Inostroza y otros estandartes del género que han sabido cuidar y mantener un núcleo potente e incombustible.
Sin embargo, por ahora nos quedamos con uno de los más grandes y menos reconocidos por los foráneos del club. Zapatillas Social Blues, son escuela y para cualquiera que disfrute más allá del virtuosismo técnico,o para aquellos saben reconocer cuando el alma está puesto en una canción, el conjunto de Iván y compañía son la receta perfecta para saciar lo más visceral de la música.