Una memoria no es una tarea fácil; ya sea por la dificultad de enfrentar recuerdos punzantes o por poseer dignos recuerdos de transformar en prosa. Pero la prosa de Patti Smith, los pasajes que evoca de su pasado liberan las palabras de Rilke con fuerza: “Si su vida cotidiana le parece pobre, no la culpe, cúlpese a usted mismo, reconozca que no es lo suficiente poeta para encontrar en ella sus riquezas. En los creadores no cabe la pobreza, ni los lugares pobres e indiferentes.” Patti Smith encuentra aquella riqueza entre las vetas de su vida, hace de los momentos sutiles grandes espejos emocionales. Nada de aquello es mera coincidencia; estamos frente a una memoria honesta que rinde los frutos de una vida pasional. “Just Kids” es el reflejo de un encuentro fortuito hecho realidad: Patti Smith y Robert Mapplethorpe.
“Just Kids” o “Éramos unos Niños“ comprende una pequeña novela de no-ficción lanzada el 2014 – y relanzada por el sello Lumen como parte de su aniversario número 60 -, que narra, a través de los ojos de Patti, su intrincado paso por Nueva York, comenzando en 1967 cuando conoce, al ahora aclamado artista visual y maestro del desnudo en b/n, Robert Mapplethorpe. Hacia el ’67 ambos tenían apenas 20 años, y compartían una vida sin hogar, con pocas pertenencias reales y una sed artística insaciable. Intentando escapar de las inseguridad callejera y en busca de un techo real, Patti nos relata su precoz vida con su primer compañero en estrechos vecindarios neoyorkinos hasta su llegada al icónico Hotel Chelsea.
Abrumados por la calma con la que Patti Smith escribe por deshacerse de sus pertenencias, una y otra vez, desde Nueva Jersey hasta cualquier rincón de Nueva York. Lo material pareciera ser tan pasajero como las calles neoyorkinas descritas tan suavemente en las líneas de “Just Kids“, Patti y Robert se tenían el uno al otro; amantes, amigos, confidentes, artistas y musas, no importaba. Entre encuentros con Allen Ginsberg, Jimi Hendix, Janis Joplin, William Burroughs y Andy Warhol, esta historia no se traza desde una lista interminable de nombre famosos, sino más bien la multitud ajena y destellada que rodeaba a Patti Smith en el Chelsea o en Max’s. Son pasajes de encuentro con sus héroes y los nuestros en las difíciles vetas de finales de los sesentas.
Patti nos narra la cercanía que compartieron ambos a través de 20 años de amistad, entregándonos cada detalle deslumbrado entre las frías noches citadinas que dieron forma a los caminos artísticos que ambos lograron forjar. Desde la obsesión compartida por el dibujo, la incesante poesía y el encuentro con la fotografía como medio, el refugio de ambos fue crear desde el incesante trabajo colaborativo. “Su obra me atraía porque su vocabulario visual era afín a mi léxico poético, aunque pareciera que estábamos evolucionando en direcciones distintas. Robert siempre me decía: ‘Nada está terminado hasta que tú lo ves’ ” cuenta Smith.
“A Robert le interesaba cómo hacerla fotografía y a mí cómo ser la fotografía”, nos cuenta Patti. Aquí la relación fotógrafo/modelo de ambos artistas, se presenta como una invocada por sus diferentes intereses. Pero, al mismo tiempo en este desarrollo artístico, podemos ver cómo en muchas ocasiones aquellos roles no sólo eran invertidos por Smith y Mapplethorpe, sino que también significaban lo mismo. Modelo-Imagen-Artista.
Quizás los momentos históricamente más relevante de esta muestra vital son los pasajes del Chelsea, en donde fueron obligados a vivir sin dinero realmente en sus manos, sino una enfermedad venérea atrapada en los escondrijos negros de la ciudad inmortal. “El Chelsea era como una casa de muñecas situada en los límites de la realidad y cada una de su centenar de habitaciones encerraba un pequeño universo.” Patti nos devuelve aquel universo detallado y a escala en “Just Kids“, nos devuelve la nostalgia, pero no aquella ficcionada, sino una desde la primera persona, aquella que sobrevivió a Nueva York de los sesenta y setenta.
Lo interesante de esta fijación de la memoria en papel, es la intensidad y el espíritu positivo con el que Patti Smith relata tan desgarradores pasajes, contando esta historia no sólo a nosotros como receptores, sino que recordándose a ella misma que la figura de Robert Mapplethorpe sigue siendo tan real y relevante. Smith susurra desde la lejanía sólo a Robert las improntas de sus años juntos.
Si Mapplethorpe “había elevado la pornografía a la categoría de arte“, Patti Smith posiciona la memoria como audaz e impecable. “Éramos unos Niños” es la perfecta construcción de los recuerdos a flor de piel, de las escenas salvajes, de los espejismos en forma de sinuosas poesías, las calles como confortantes contenedoras de pasión flamante. “Éramos unos Niños” es un acontecimiento histórico, no por los íconos musicales y literarios que son parte de la historia, sino por la habilidad de Patti Smith de encontrar la riqueza en su rutina sesentera y plasmarla como imagen a través de las palabras.
“Nos despedimos y salí de su habitación. Pero algo me impulsó a regresar. Se había quedado dormido. Lo miré. Tan sereno como un niño viejo. Abrió los ojos y sonrió. ‘¿Ya has vuelto?’ Y luego se durmió otra vez. Así pues, mi última imagen fue como la primera. Un joven dormido bañado de luz que abrió los ojos y sonrió con complicidad a una persona que jamás había sido una desconocida.“
“Éramos unos niños” lo puedes encontrar bajo el sello Lumen o en megustaleercl.