Donald Glover es un ícono en todo lo que representa el arte contemporáneo. Un comediante, un actor, una estrella, un personaje secundario en Star Wars, un rapero y un meme. Un hombre orquesta que administra los hilos de su imagen social en un agujero de influencias, me gustas, seguidores y compartidas. La clase de persona que podría publicar un nuevo lanzamiento de la noche a la mañana y obtener cientos de miles de reproducciones solo por la etiqueta de su nombre. Cosa que hizo.
En la oscura madrugada del 15 de marzo del -actual y tenebroso- año 2020, mientras millones de cabezas dormían bajo el alero de un evento que consistentemente cambiaría la forma en que vivimos (y consumimos entretenimiento), Donald Glover publicó en su página web un álbum completo bajo la frase: “Donald Glover Presents”. El anticipado nuevo álbum de Childish Gambino estaba aquí. Mas no fue hasta exactamente una semana después que este evento único estaría presente en todos los servicios de streaming de preferencia. Sin portada. ¿Sin nombre? … ¿Sin canciones?
Por los, en retrospectiva, sencillos tiempos del 2018, Childish Gambino había lanzado el gigantezco éxito: “This Is America”. Una sórdida reflexión sobre los violentos y crudos Estados Unidos. El cual, extráñamente, no tuvo presencia en el cuarto larga duración del interprete. Aún con todas las posibilidades de exprimir un longevo y pesado éxito bajo el ala de sencillos probados y adorados, artísticamente, la obra parecía apuntar hacia un presumible anonimato. La estructuración de los nombres de los cortes -8 de 10 refiriéndose al minuto y segundo en que aparecen en la duración total del álbum- hace difícil su enganche inmediato. Con tantas posibilidades de expresión, “3.15.20” es un ambicioso proyecto sin nombre o rostro.
La producción fluye con una sucia mezcla de bases y baterías. Voces electrónicas distorsionando el timbre del interprete estadounidense. “Time” se acompaña de la fenomenal Ariana Grande, quien sensibiliza las ya emocionales melodías de guitarras procesadas y pulsos industriales. Emocionalmente, el disco no corre una fibra particular, apunta en todas las direcciones. Otro de los segmentos más emotivos pueden apoyarse en la encantadora y levemente melancólica “24.19”, compuesta hacia la esposa del compositor, y su inagotable amor y cariño.
En algún sentido, la expresión lírica del álbum es un torbellino de emociones digitales. Una respuesta artística a un paso anti-natural de éxito abrasador. Pareciera que cada año descubrimos que la carrera de Gambino está más cerca de terminarse, pero mientras su abanico de proyectos aumenta, “3.15.20” encapsula una posición cómoda e íntima en que el interprete hace lo que se le viene en gana. Interpretaciones tanto de la escena musical como de movimientos de aceptación y orgullo. En “19.10” el artista canta sobre como “ser hermoso es ser casado”. Una claro grito al estado de la comunidad afro-descendiente en una norteamerica cada día más y menos amable con los diversos círculos de expresión racial. Aunque hasta cierto punto, el canto podría extenderse a cualquier comunidad que se vea vista a enorgullecerse de una característica por la que han sido sistemáticamente perseguidos.
Al terminar, el Donald Glover impacta con uno de los mejores cortes que hayan caído en brazos de este último año. “53.49” es una psicodélica y electrizante carta de amor a la vida y la humanidad. Una despedida que esperamos no sea hacia el ser humano y su paso por esta tierra, sino que un himno que guíe nuestras emociones en nuestro caótico paso por estos últimos meses. Es complejo no leer mucho de lo que escuchamos en un contexto ajeno al que mundialmente nos hemos envuelto, pero es la música quien nos acompaña y nos quiere cuando son las circunstancias las que nos despedazan y desarman.
Con todas sus excentricidades y falta de consistencia, Gambino manufactura una pieza digital que solo sería posible impactar en 2020. Una nueva década de emociones que partió con el pie izquierdo, pero aún tiene tiempo para remediarse. El interprete es extrañamente optimista para su posición, y carrera. Pero es en esos pequeños instantes de psicodélico optimismo, cuando apreciamos los hilos y fibras que ensamblan nuestra realidad industrial.
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