Los regresos son inevitablemente truculentos. No importa cuán honestas y válidas sean las motivaciones de un artista musical, chances hay que su retorno a las pistas sea visto con desconcierto y cautela. Donde algunos actos han logrado confeccionar piezas maestras tras largos recesos, otros fracasan en sus esfuerzos por reconectar con las entrópicas audiencias, y algunos solo se limitan al circuito de fechas en vivo. Richard Butler y los suyos cayeron en este último grupo; tenían razones de sobra para temer.
Veinte años atrás, el conjunto musical The Psychedelic Furs regresaba de su distanciamiento en 1991, con el propósito de publicar nuevo material. Enfrentados con la inseguridad de no estar a la altura de su sólido catálogo, terminaron abortando las sesiones. Pero lejos de darse por vencidos, continuaron experimentando hasta que el esfuerzo rindiera frutos en la forma de su sorprendente nuevo trabajo, Made Of Rain.
Un ejercicio de recapitulación con una vitalidad que pocos artistas consiguen plasmar tras una ausencia prolongada, el sexto álbum de los británicos retoma justo donde quedaron las exploraciones alternativas de sus últimas placas, Book Of Days (1989) y World Outside (1991). Descrito por el cabecilla de la banda como “un disco bastante melancólico”, Made Of Rain no es optimista, pero deja su resiliencia en espectacular evidencia.
“Butler y compañía están en modo reflexivo por la mayor parte de la sesión”
Los segundos entrantes de “The Boy That Invented Rock & Roll” definen de inmediato la conflictiva y ansiosa atmósfera que permea la mayor parte del disco. El manifiesto de Butler simboliza la génesis de este ciclo, y la poesía se mantiene elusiva, desafiante de interpretaciones facilonas. “La ebria danza suicida / El sentido de las cosas que caerán en pedazos”, espeta su grave rugido con urgencia: los Furs reconocen la fugacidad del tiempo y deciden lanzarse con todo en su espectacular número de apertura.
El mismo ambiente de decadencia corre por las venas de las canciones, tales como la impactante y siniestra meditación de “You’ll Be Mine”, amplificada por un brillo céltico y la heroica entonación del saxofón de Mars Williams. El sentimiento de la canción inicial muta en los versos de esta composición, en la forma del “tráfico que se oxida”, la forma de “las casas que se vuelven polvo”.
Butler y compañía están en modo reflexivo por la mayor parte de la sesión, su desencanto encontrando múltiples maneras de expresarse. De los variados personajes líricos en las historias del álbum, resalta de inmediato la postura casi divina de “Come All Ye Faithful”, donde el vocalista parece erguirse como un ser superior que se mofa con autoridad de aquellos que le celebran. “Cuando dije que los amaba, bueno, mentí / Nunca los amé de verdad / Me estaba riendo de ustedes todo el tiempo”, declara encima de un arsenal estático de percusión y efectos industriales que habría sonado ideal en el campo alternativo noventero.
En otras ocasiones, dicho tipo de cinismo viene desde un lugar más derrotado, agotado. Impulsado por la tartamuda y dominante batería del veterano Paul Garisto, el sencillo “Don’t Believe” lleva la credencial de los Furs más clásicos, mientras Butler retumba las paredes con su desazón personal, sin poder distinguir un enemigo claro, lanzando combos al vacío.
“La composición melódica destaca por su variedad y fortaleza, mientras el departamento lírico se mantiene elusivo, críptico”
En una colección tan bien nivelada como esta, se hace difícil sobresaltar los méritos de una canción sobre el resto del paquete. Sin embargo, el peak de fuerzas del quinteto se cristaliza en la desorientadora “Ash Wednesday”, embellecida por los teclados astrales de la impecable Amanda Kramer. Directo después del segundo coro, “Wednesday” muta en un estelar e inesperado puente que poco tiene que ver con la progresión melódica y construcción de las estrofas previas, pero produce un efecto épico que no es sencillo de replicar.
Hacia el último tercio de Made Of Rain, la instrumentación tiende a descender a un rango más anónimo, algo carente de los matices y detalles que dotan a los Furs de su singularidad, pero la composición melódica destaca por su variedad y fortaleza, mientras el departamento lírico se mantiene elusivo, críptico por lo usual. “Hide The Medicine” viste la influencia más psicodélica que muchos actos ochenteros heredaron de sus predecesores en las décadas anteriores, mientras “Turn Your Back On Me” se configura como una marcha estoica que prepara el escenario para el descenso de telón.
“Stars” tiene una premisa increíble, haciendo las veces de un gran final, pero evitando cada cliché que esperaríamos de ese tipo de cierres con una conmovedora y acechante progresión musical. Butler, aun sumido en el cansancio del mundo opresivo, encuentra la enriquecedora belleza en aquellos pormenores que nos rodean, en la esencia de estar vivo, y la banda convierte esta determinación en una épica despedida dotada de electrónicas pirotécnicas y desenfrenados solos de guitarra. Y luego, ya está. Los Psychedelic Furs no han hecho su salida por la puerta principal; en lugar de ello, se vuelven polvo estelar frente a nosotres. Si fuese “Stars” su momento final captado en grabación, sería un adiós más que digno.
Como en múltiples casos, Rain podría haber terminado siendo uno de esos trabajos satisfactorios para artistas con trayectorias por décadas, pero que no trascienden como la música por la cual se les reconoció en primer lugar. Pero sin embargo, resulta muy refrescante escuchar a una banda de tal estatura, en una plataforma divorciada de la nostalgia que rodea a esta clase de actos, explorando nuevo territorio y erradicando por completo cualquier percepción (errónea, por cierto) de que solo los tiempos pasados han sido mejores.
Largo tiempo ha pasado desde las joyas como “Love My Way”, “The Ghost In You” y “Pretty In Pink”, pero el material encontrado en esta placa no tiene una pizca de pretensión en recapturar glorias pasadas. En lugar de ello, Made Of Rain forja un nuevo e intrigante trayecto para unos energizados y relevantes Psychedelic Furs, contentos de reclamar su espacio en el ojo público otra vez. Dicho camino ahora tiene un horizonte indeterminado, pero luego de esto, Butler y la pandilla tienen razones de sobra para no temer más.