Slayer es una de esas bandas que conoce la gente que no sabe nada sobre metal. Incluso si nunca los han escuchado, tienen una idea general de cómo suenan, porque Slayer siempre ha sido bueno proyectando un ambiente particularmente malvado. Dicho esto, todo lo que la pobre alma se imagina definitivamente no es tan preciso, hermoso, desgarrador, golpeador o pegadizo como Slayer realmente es.
En el posteo publicado en redes sociales sobre la ruptura, la banda describió su sonido como “thrash – metal – punk“; aunque se podrían agregar algunas otras etiquetas a esta lista. Lo que Slayer hace es técnicamente thrash, pero al mezclar punk, hardcore, death metal y más, las canciones se vuelven más que la simple suma de sus partes. ¿Habría black metal sin Slayer? Tal vez no. También hay algo pop para ellos: Jeff Hanneman y Kerry King, quizás el mejor dúo de guitarras de la historia, elaboran anzuelos y magníficas melodías a partir de acordes menores frenéticos. Y como los buenos punks, no joden: Reign in Blood, la obra maestra de 1986 que marcó el comienzo de la relación crucial de Slayer con el productor Rick Rubin y sentó las bases para que siguieran tantas bandas de thrash, tiene menos de 30 minutos de duración. En el lado negativo para los fans de Slayer, Rivers Cuomo de Weezer le da crédito al álbum por inspirarlo a “rockear”
Slayer a estas alturas del partido tiene una fanaticada que se pasea por las generaciones sin problemas (y es que Slayer no es solo una banda los ochenta, también lo es de los noventa y del nuevo milenio), pero hay un corazón que está formado principalmente por esos adolescentes de hace 40 años atrás, fue ahí cuando Slayer tocó la puerta del mundo. En ese entonces, Slayer se hizo popular por su música y también por la mala imagen que una sociedad tan penetrada religiosamente como Estados Unidos se encargó de desarrollar (como con varios otros artistas de le época): Slayer fue demandado por la posibilidad de inspirar a tres niños a matar a una adolescente en 1995 como parte de un ritual satánico, caso que fue desestimado. Hoy en día, el satanismo está más que trivializado y en pleno fin de la segunda década del nuevo milenio, no es más que un instrumento de marketing para las películas de terror, pero no quita que para mediados de los 90’ el satanismo generaba algo de miedo, y por consiguiente Slayer también lo hacía.
No es fácil estar en una banda extrema de ningún tipo y cruzar fácilmente a otros reinos sin parecer fuera de lugar o haciendo cosas vergonzosas. Sin embargo, el artista Matthew Barney ama a Slayer, por lo que incluyó al baterista Dave Lombardo en una película experimental que hizo en 1999, Cremaster 2 . Lombardo toca la batería en un estudio junto a un enjambre de abejas mientras Steve Tucker de Morbid Angel canta por teléfono sobre Johnny Cash. Y esta es la cuestión: Slayer es la rara banda de metal que puede aparecer en una serie de películas de vanguardia llamada así por el músculo que conecta el escroto al cuerpo de un hombre y no parece fuera de lugar. Se las arreglaron para mantenerse un poco fuera de la cultura popular sin dejar de formar parte de ella.
En los últimos años, al menos en el papel, Slayer no era exactamente Slayer. Jeff Hanneman, responsable de muchas de las mejores canciones y riffs más memorables de Slayer (“Raining Blood”, “South of Heaven”, “Angel of Death”, “Die by the Sword”, “War Ensemble”), murió en 2013. El baterista original de la banda, el mencionado Dave Lombardo, dejó la banda en 2013, después de entrar y salir previamente. Posiblemente, hubiese sido propicio terminar con Slayer junto con la muerte de Hanneman, pero por algo pasan las cosas (dicen).
De todas formas, siendo justos, sus registros de finales de período han sido sólidos – obviamente siempre es difícil competir con los discos clásicos –. En general, simplemente siguieron haciendo lo suyo. Nunca atendieron a las tendencias o intentaron desesperadamente expandir su sonido: Slayer creó su propio mundo, lo pobló durante casi cuarenta años con su propio thrash claramente refinado, acrobático y malvado, y luego decidió destruirlo en sus propios términos .
Hoy en día las bandas anuncian rupturas todo el tiempo, estamos en una década de rupturas, no es nada nuevo. Pero tampoco es nuevo que veamos a bandas que anunciaron su cese de actividades volver a tocar luego de un par de años de descanso, quién sabe si pasará lo mismo con Slayer, posiblemente no, porque fuera del satanismo falso que se representa en voz por el católico Tom Araya, Slayer es una de las bandas más honestas de la música y su fin es una pérdida en medio de este escenario musical desesperanzador.
Los monstruos del thrash metal mundial se reúnen en una única e irrepetible jornada que hará historia en Santiago Gets Louder 19′: Slayer por última vez en Chile, junto a Anthrax y Kreato sacudirán Chile el próximo 6 de octubre en el Estadio Bicentenario. Venta de Entradas en Ticketplus.