¿Qué tienen en común un entrenador, un niño de 11 años y Stephen King?
La última novela negra del mismísimo King. Un relato en el que el suspenso, el miedo y la cotidianidad se articulan como el escenario más desestabilizador representado en la realidad contextual del relato, una narrativa propia de King a nivel literario, pero también una apuesta del rubro audiovisual de culto para seriéfilos acérrimos, ya que HBO tomó el difícil desafío de hacer justicia a la verdadera pluma de Stephen King.
Una novela que sin duda tiene la magia en la delicadeza del detalle de la descripción de los personajes, del contexto, de los relatos y de la interpretación. King nos hace partícipes de este thriller que tiene como lamentable protagonista a un niño de 11 años. Es una narrativa que desde lo cotidiano, desde la normalidad y hasta desde nuestro imaginario de “zona de confort”, construye un relato terrorífico por medio de la irrupción de la normalidad con los más profundos miedos de una sociedad enferma, y con esto nos referimos derechamente a la coacción sexual de un menor de edad. Es por esto que el factor reflexivo también tiende a ser parte de importante de la construcción del miedo representado en la cotidianidad, puesto que ese niño o niña pudo haber sido cualquiera.
Comenzamos este narrativo viaje con dos jóvenes de ascendencia afroamericana quienes, al más mínimo acercamiento con la policía, deciden alejarse por completo, huir, desaparecer. La relación histórica de la comunidad afroamericana con la institucionalidad gubernamental se ha caracterizado por ser desigual y en constante exclusión, es justamente esto lo que entienden estos jóvenes, siendo esta la razón por la que toman sus skates y ponen fin al entrenamiento diario. Sin embargo, la policía esta vez no los quiere a ellos, en esta oportunidad la estigmatización no es el centro de atención de la pareja policíaca, sino que lo que investigan con tanta vehemencia es una violación, abuso sexual y posterior asesinato de un niño de 11 años perteneciente a un pequeño pueblo de Estados Unidos.
La brutalidad de este crimen trasciende lo imaginativo, ya que a pesar de la descripción tan delicadamente detallada abordada en la narrativa ficticia de King, este tipo de violencia rompe con el mundo racional, puesto que ésta es parte de una realidad cotidiana de la que son protagonistas niñas, niños y jóvenes de una sociedad como la nuestra, pudiendo ser el pequeño Frank, cualquier víctima de las crónicas noticiosas latinoamericanas, es decir, ese joven pudo haber sido Lucía Pérez, Nicole Sessarego o quizás hasta la mismísima Nicole Sepúlveda. Es por esto que desde el inicio somos testigos de la genialidad de Stephen, quien desde el imaginario colectivo de representación de la normalidad, nos presenta que el horror máximo no está en la casa embrujada, sino que en esta obra, el miedo está en la normalidad y cotidianidad.
En cuanto al ritmo de esta novela, es posible señalar que se trata de una constante oscilación entre la descripción del contexto investigado, y toda la orgánica que conllevan las declaraciones de los diversos actores potencialmente involucrados en el brutal asesinato, y la presentación de pruebas que podrían inculpar a alguno de nuestros personajes. Este elemento característico de King, es muy propio a lo realizado en su novela histórica Carrie, la que por lo demás fue una de las novelas más censuradas en las escuelas de Estados Unidos.
Este oscuro viaje de suspenso y miedo, el que probablemente el mejor soundtrack que acompañase esta novela y que describe de forma sonora la sensación de incertidumbre sería Lullaby de The Cure, ya que al momento de conectar con las declaraciones obtenidas por el equipo investigativo policíaco, nos vamos dando cuenta que la violencia arremetida en contra del pequeño Frank Petersen, es aún más dolorosa e inhumana de la que nos mostraron en el inicio. No obstante, al avanzar en descripción de la violencia arremetida contra el pequeño de 11 años, nos percatamos otra vez de que el fuerte de King es la construcción detallada de los personajes y el complejo trasfondo personal y contextual que crea para cada uno de ellos en este complejo e irracional relato.
El primer personaje en ser interrogado fue Jonathan Ritz, un hombre adulto de estrictas rutinas siendo una de ellas el paseo diario a las 18.00 hrs. de su perro Dave, un Beagle. De acuerdo con lo expresado en esta primera declaración, Jonathan encuentra el cadáver de Frank debido al potente olfato que caracteriza a los perros, ya que, al ver el mínimo rastro de sangre, el perro lleva a Ritz al cuerpo del joven, ¿curioso?…
Comandados por el suspenso de King entre declaraciones y descripciones de contexto, las cuales oscilan entre los relatos de los interrogatorios y la cabeza de Ralph Anderson, el policía a cargo, llegamos al primer sospechoso de este asesinato: Terry Maitland. Stephen con esa característica audacia que le dan todos estos años de trayectoria, nos presenta a este principal sospechoso como “el hombre perfecto”, sí, un hombre multifacético, entrenador, padre, marido ejemplar, profesor de literatura.
Todas las pruebas indican a este hombre “perfecto” como el principal sospechoso, ¿increíble?… Preferiría invitar a pensar en “cuestionable”. La rapidez en la forma en que se van dilucidando las pruebas que incriminan a Terry tiene ese halo muy propio de la fuerza policial “tenemos que encarcelar a alguien para mantener un estado colectivo de seguridad en la ciudadanía”, algo muy común en la realidad chilena, como por ejemplo el inolvidable caso bombas. Sin embargo, a pesar de que tanto Anderson como Maitland son personajes que por efecto son antagónicos desde el comienzo y sus motivos están muy bien fundamentados dentro de la novela, existe un dejo de inseguridad por parte del Ralph, ya que tiene esa sensación que muchos llaman “no me calza”, y fue esta misma inseguridad e insatisfacción la que lleva a este policía a seguir con esta investigación hasta que todas las piezas de este puzzle calcen a la perfección.
A su vez, otra forma de circunscribir la práctica grámatica y narrativa del miedo, es que King juega con el factor empático de ver a través de los ojos de Maitland, un personaje que en esencia no sería el verdadero autor material e intelectual de este terrorífico delito, puesto que esa irrupción al imaginario de comodidad en nuestra subjetiva interpretación de normalidad, también irrumpe la corrupción y el abuso de poder que ostenta la fuerza policial, ¿Qué injusto sería para cualquiera ser acusado de ser el autor de un delito de esta envergadura?, ¿A quién voy a denunciar a la policía, si ellos son los agentes garantes de la seguridad y “justicia” de la población?
En síntesis, “El visitante” es una novela centrada en la investigación del magno asesinato de un niño de 11 años, pero que a medida que va tomando forma esta novela somos testigos de que otro de los conflictos que estructuran esta novela son las diferencias internas de los personajes, las cuales impactan directamente en la resolución definitiva de este delito, y sobre la orgánica narrativa es preciso reconocer nuevamente que King con la genialidad que lo caracteriza permite poner al límite nuestras sensaciones de alerta y pesadumbre al tensionar la formula típica de la corriente del terror, puesto que el factor sobrenatural queda pequeño al lado de la frialdad de una realidad que es cotidiana, dolorosa, pero cotidiana.
La novela completa la puedes encontrar en Megustaleer, la extensión fluctúa en 544 páginas llenas de incertidumbre, empatía y temor. La puedes disfrutar en formato físico, en formato digital eBook, y ahora también en modalidad audiolibro.