Más de un centenar de films se han hecho respecto de las tragedias y acontecimientos históricos de la Segunda Guerra Mundial, pero ninguno como lo que nos ha presentado Taika Waititi el pasado 2019. Con un coraje infinito, Taika nos deleita con un largometraje extremadamente diferente a sus trabajo anteriores, tanto en actuación, guión y dirección. Con una satírica forma de mirar a través de la guerra, Jojo Rabbit destella su complejidad emocional mostrándonos cómo es que un pequeño de 10 años se enfrenta al fanatismo Nazi de medidados del 40. Estremeciendo la sensibilidad de los espectadores con aquellos infantiles detalles que demarcan las dificultades de proveer un film sin apropiación cultural brusco, Jojo Rabbit es precisamente un gran acontecimiento cinematográfico ya que no glorifica el fanatismo Nazi, sino que es una muestra sobre cómo se enseña el odio.
Esta travesía por la imaginación infantil, es un guión adaptado de la novela Caging Skies de Christine Leunens, siendo esta película apenas lanzada el 8 de Septiembre de 2019 en el Festival de Toronto y a Chile llegó tan solo el 16 de Enero del presente año. Esta satírica comedia negra aparece con Waititi como el factor esencial: director, productor, guionista y actor, ocupando el rol de nadie menos que de Adolf Hitler, el amigo imaginario de nuestro personaje principal: Jojo. De nacionalidad neozelandesa, con raíces judías y Maori, Taika Waititi, el aclamado director de Thor: Ragnarok, propone una oscura jugada por la comedia para mostrarnos la cruda realidad que ya hemos repasado en el cine más veces de las que podemos contar; su visión cinematográfica es, sin embargo, muy lejana de lo que Tarantino nos propuso en Inglorious Basterds. Sin glorificar la violencia de forma evidente, nos muestra a través de los ojos de un niño, la violencia y el fanatismo que manipula de forma directa a este sector de la población alemana y europea,de una forma sensible, satírica y genuina.
Jojo, interpretando por el joven Roman Griffin Davies, es un pequeño de 10 años de nacionalidad alemana que se muestra como el mayor fanático de Hitler, quién además atiende un campamento para jóvenes niños Nazis liderado por Sam Rockwell en su papel de Capitán Klenzendorf. Mientras Jojo mantiene conversaciones constantes con su amigo imaginario Hitler, su madre Rosie Betzler (Scarlett Johansson) es una aliada para la oposición ayudando a refugiados judíos de la guerra. En este contexto, la madre de Jojo esconde a Elsa (Thomasin McKenzie), una niña judía de 17 años que vive entre las paredes de la casa Betzler. Este film gira en torno a la relación de nuestro personaje principal con Elsa, quién él percibe como una de las mayores enemigas de la nación.
Lo interesante de este plot, es cómo la relación entre ambos evoluciona en medida en que las diferencias socio-políticas se van dejando de lado, y Jojo comienza a cuestionar su fanatismo respecto de la afección que desarrolla por su contra parte femenina. Esta narrativa no lineal es una fresca jugada respecto de las películas de la segunda guerra mundial, como ya hemos adelantado, pero no es sólo por la forma en la que un niño narra esta travesía sino por cómo es que la sátira es tratada con este sensible tema. El factor cómico no es azaroso, sino que recae en la ridiculización de la figura imaginaria de Hitler y lo absurdo de las conversaciones que mantienen con el autor. Lo particularmente interesante es la precisión con la que representan la mente infantil, no sólo por la clase de sensibilidad que poseen los niños, sino por la fácil manipulación a la que son sometidos en la guerra.
Waititi brilla con el candor con el que narra esta historia, refiriéndose justamente a la forma en la que se enseñaba y aún se enseña a odiar, explicando en las notas de producción su experiencia respecto de esto mismo:
“He experimentado un cierto nivel de prejuicio siendo un Maori Judío. Esto ha sido un recordatorio, especialmente ahora, que necesitamos educar a nuestros niños sobre la tolerancia y recordarnos a nosotros mismos que no existe espacio en el mundo para el odio. Los niños no nacen con odio, son entrenados para odiar”.
Jojo Rabbit no es una película de compleja inmersión, pero sí de compleja emocionalidad. Rápidamente te golpea con las primeras escenas, en donde comprendemos cómo serán ocupados los hechos, como una sátira imprescindible y crítica, sin intentar ser apropiación cultural, sino que reconstruir una narrativa abusada con una perspectiva aguda, lúcida y perspicaz. Aquí cada detalle del guión está perfectamente enlazado con el recurso fotográfico que están utilizando: ocres saturados y rojos desteñidos que se fusionan con los verdes azulados de los uniformes forman el espectro visual del cual nos estamos deleitando. Un film esencial que viaja por las complejas emociones que desgarrarán tu sensibilidad y sacarán genuinas carcajadas como si esta desoladora tragedia fuera una bella sátira contemporánea. Jojo Rabbit es un majestuoso y cálido recorrido por las vetas de la infancia desgarradora.