Bastante desconocido en Brasil, Janis Joplin aterrizó en Río de Janeiro para divertirse durante el Carnaval, tomar el sol y alejarse de la heroína, que en ese momento era raro encontrar en América del Sur. No funcionó tan bien: Janis bebió incansablemente, tuvo sexo en la playa, cantó en un burdel y casi fue enviada a la cárcel.
Desde muy joven, Janis se sumergía en whisky, hierba, anfetaminas, ácido, tabaco, vodka, cocaína, metadona, heroína y cualquier cosa que la enloqueciera. Su único novio murió en Vietnam. Solía comentarlo sobre el escenario mientras se rasgaba la ropa; después de “hacer el amor” con mil personas en un show, ella volvía a su habitación y dormía sola. Algo así lo relata también Patti Smith en “Éramos unos niños”: Después de un concierto mientras “en la máquina de discos sonaba Charlie Pride. Janis se pasó la mayor parte de la fiesta con un hombre bien parecido por quien se sentía atraída, pero justo antes de cerrar, el se escabulló con una chica más guapa que ella. Janis se quedó destrozada ‘Siempre me pasa lo mismo. Otra noche sola’”
Esas fotos son de un fotógrafo brasileño, Ricky Ferreira, quien recibió a Janis Joplin en su apartamento: – “Ah, ella sabía que era una genia. Podía ser apedreada, pero era consciente de su papel de artista, sabía que era maravillosa. Pero tenía un lado depresivo, baja autoestima. Fue rechazada en Port Arthur, Texas, donde nació porque sólo salía con músicos, la mayoría de los cuales eran negros. Era frágil, muy angustiada, muy deprimida. Tuvo momentos felices, riendo como una niña, pero tuvo una vida difícil. ¡Imagínate a esta mujer viniendo a Brasil en ese momento! ¿Qué era Brasil para ella? ¿Qué es Brasil para el estadounidense promedio? ¿Serpientes en las calles, indios con los traseros apagados? ¡Imagínate, en 1970, en medio de la dictadura militar!“
Y como ya sabemos, ocho meses después de venir a Río de Janeiro, Janis Joplin falleció, a la edad de 27 años, la misma edad que Jim Morrison, Jimi Hendrix y Brian Jones.
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