La banda nacional que tiene un verbo en el nombre, Tenemos Explosivos, el pasado mes de mayo lanzó “Lautaro, La Brigada”, lo que viene siendo un adelanto de su próximo trabajo discográfico. Un track con la fiel esencia emplazadora, reivindicativa y poética que los caracteriza.
El adelanto que nos presentó la banda respecto a la orgánica de la producción y creación de este tema, tiene un potente carácter político muy coherente al trabajo que han realizado a lo largo de todos estos años. Sin embargo, esta vez sería una especie de homenaje al proceso de ruptura y desestabilización de la relación entre la sociedad civil y la institucionalidad como reflejo de una democracia en crisis. Un tipo de poesía a las, los y les miles de valientes que salieron a las calles a poner en jaque a una élite política que arrasó con todo, menos con el miedo.
Recordar ese octubre, o como le quieren llamar algunos historiadores “La Primavera de Chile” nace como el resultado de una ecuación contenida en la base efecto-consecuencia entre el ejercicio de poder y la opresión institucionalizada, lo cual deriva en la crisis institucional más importante de la historia reciente chilena. Es por esto que la banda toma como punto de inicio el regreso a de la democracia partidista, siendo este contexto en el que toman como base narrativa: el sanguinario legado de la dictadura de Augusto Pinochet.
Recordemos los punto más álgidos de la acción colectiva de un Chile cansado, ese Chile que los 30 pesos simbolizan la deshumanización de una orgánica política maquiavélica que comprende a la sociedad civil como el último eslabón de relevancia en las políticas públicas. Ese Chile crítico, que no tuvo líderes ni voces que se apropiaran de un discurso, sino que la motivación por dignificar la calidad de vida era el sentimiento movilizador que permitió generar una acción social espontánea; una respuesta directa a la clase política que construye día a día una especie de gobernanza sustentada únicamente en la unión de una oligarquía privilegiada y minoritaria.
“La historia nunca es una como es uno el polo norte o el susurro macabro de los helicópteros rugiendo al sobrevolar la superficie del poema”.
El track comienza con el planteamiento de que la historia social y política contextual chilena no es una historia lineal, sino que más bien es un tipo de historia cíclica, de procesos sociales repetitivos, algo tan similar a lo reseñado anteriormente en Sobre la Marcha, es decir, la historia política y social chilena, e incluso latinoamericana, ha sido una historia de constantes golpes de poder, dictaduras, genocidios que trascienden del concepto nación. Es un relato experiencial de usurpación de territorio, cultura, ancestros y tradiciones conocidas como “La Cuestión del Indio“.
Lo recientemente expuesto se relaciona directamente con el título de esta canción, ya que la Brigada Lautaro fue una unidad de exterminio comandada por la DINA; unidad que en lo particular tenía por objetivo prestar seguridad al Jefe de la Dirección de inteligencia: el asesino Manuel Contreras. Al utilizar esta central de tortura como una figura retórica que da forma a un contexto, a un tiempo y un espacio sociopolítico, se construye una perspectiva comparativa que no conoce distancias entre tiempos y espacios, sino que “Lautaro, La brigada” se transforma en una elipsis entre 1973 y la represión de octubre del 2019.
Luego del silencio que da fin a la primera aparición del coro de este track, es que a través del protagonismo del bajo de Álvaro Urrea, acompañado por las guitarras acústicas de los hermanos Sánchez, es que somos testigos de la versatilidad de la banda al momento de articular nuevos recursos armónicos y lo más tradicional de la agrupación.
El golpe de realidad llega a través de la voz Eduardo Pavez, quién en este tema en particular trasciende como una extensión de la consciencia, en que la perífrasis contextualiza la vida cotidiana de un pueblo esclavizado y en constante exterminio sistémico:
“De eso está hecha la vida que nos queda por delante: de ropas, frases que olvidaste y la monotonía del duelo”.
La “monotonía del duelo” es la frase que condena una realidad que parece familiar, una vida de supervivencia, desasosiego, hambre y profunda desigualdad. Experiencias colectivas que responden a un sentimiento y percepción común de seclusión social, urbana, espacial, educacional, previsional y sanitaria, entre tantas otras.
La batería a manos de Matías Acuña marca la entrada de Eduardo, nuestra voz de la consciencia, quien se transforma en la voz la que nos conecta con una historia de lucha y dolor, una vivencia que no es ninguna en particular, pero en el fondo son todas las experiencias de un territorio en duelo:
“Como esa tarde roja sangre en que a tu madre le diagnosticaron cáncer y aprendimos a nadar, juntas, llorando y tragándonos el puto miedo”.
La precarización de la vida de un territorio completo, como tradición sociohistórica y también como una constante de la vida cotidiana, representa una de tantas historias que le dieron vida a los miles de millones de manifiestos que transitaron por las principales avenidas de un Chile en rebeldía. Es la semántica propia de esta frase la que es contexto, es motivación, es dolor, pero también es disidencia, pero por sobretodo resistencia.
La presencia de la figura -no retótica- del miedo en la narrativa del track, supone también el análisis de la realidad contextual contenida en la represión policial e institucional de aquel octubre de reivindicación popular. Este análisis emerge de la premisa del constructo teórico de control social expuestos por Maquiavelo en el texto “El Príncipe”, quién apuesta por sentar las bases amorales de concentración del poder a través del temor: “Quien controla el miedo de la gente, se convierte en el amo de sus almas“.
Avanzamos al final de este tema, una historia que se cuenta de forma cíclica, reiterándonos sin vacilaciones que nuestra historia política y social jamás es lineal. Es la anáfora que da sentido a esta poesía de un Chile en eterna resistencia; un Chile que en ese octubre de revolución fuimos protagonistas de la praxis colectiva de la orgánica de la acción social. Es la anáfora que nos recuerda que somos un pueblo en pie de guerra frente a aquellos que nos quitaron todo. Una sociedad que desestructura un sistema de organización social que privilegia a unos pocos, un Chile que desestabiliza al status quo que posibilita la prevalencia de la operativa de segregación social entre una élite y la mano de obra.
“Arma armaduras para protegerte, y hoy haremos fiesta, querida mía.
Arma armaduras para protegernos y nadie bailará sobre nuestros muertos”.
Un gran acierto de Tenemos Explosivos, quienes presentan este track como un adelanto a su cuarto trabajo discográfico. No obstante, quedan muchas interrogantes respecto a la temática del próximo disco, principalmente en cuanto a la metáfora que da sentido y coherencia a las premisas que darán sentido a la narrativa de cada disco, tal como fue el caso de “No tengas piedad con los cerdos que comen perlas” en Derrumbre y Celebración, “Revolviendo el café” en La Virgen de los Mataderos y “Hacer, sufrir y aprender” en Victoria… ¿Es quizás la anáfora de “Arma armaduras para protegernos”, la próxima metáfora narrativa de la nueva era de Tenemos Explosivos?