En los últimos 20 años el mundo ha avanzado convulsivamente en una montaña rusa de cambios y reconfiguraciones que han afectado prácticamente todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Una de esas tantas variaciones tiene que ver con nuestro rol como audiencias y la forma en que llevamos a cabo nuestro consumo de contenidos.
De esta forma, son muchos los papers teóricos que plantean el giro de las audiencias hacia un comportamiento activo, en el que son los usuarios los que, gracias a herramientas digitales, son capaces de interactuar, elegir e incluso producir contenido, dejando atrás el anticuado paradigma de los medios de comunicación masivos.
Sin embargo, pese al océano de contenidos que hoy existen en la web y que podemos consumir libremente sin limitaciones específicas, no deja de ser tangible la sensación generalizada de que vemos y escuchamos casi lo mismo que el resto de usuarios en internet. Esto podría deberse en gran parte a que la personalización de contenidos son consecuencia del trabajo de algoritmos y caché: herramientas precisas, pero que carecen profundamente de sentido humano.
Ahí es donde quienes se consideran melómanos de espíritu romántico y análogo, lanzan sus dardos respecto a lo mecanizadas que pueden llegar a ser las playlists de distintas plataformas de streaming, por mucha curatoría VIP que estas mismas aleguen tener en sus selecciones musicales.
No vamos a negar que la agradablemente ridícula cantidad de música a la que podemos acceder legal o ilegalmente, es una verdadera bendición posmoderna de los tiempos que corren, pero ¿dónde quedó la sorpresa? Y es que algo de magia había en la programación manual, en esos momentos donde solo el buen gusto y la intuición armaban el menú para las audiencias sedientas de buenas rolas.
Aunque romanticemos el pasado, este no volverá. Por alguna razón también es que las reglas del juego son las que son. Pero lo bueno de internet es que presenta opciones, y si buscas bien, más de algún tesoro puedes encontrar en vasto bosque de la world wide web.
Radio Isla Negra es uno de esos tesoros. Se trata de una emisora digital creada por el escritor y guionista Hernán Rodriguez, que cuenta con hechos interesantes que por lo bajo, invitan a darle al menos una oportunidad para dejarla a cargo del soundtrack de nuestro día a día.
De partida la cubre un velo de misterio, al ser una radio underground que cuenta con redes sociales muy poco activas, una baja cantidad seguidores y una reputación que parece haberse construido en base al boca a boca, un fenómeno por lo menos curioso, considerando que hoy los medios y plataformas pagan por existir o aumentar su alcance publicitario.
Otro factor atractivo es su vigencia. La radio es solo online, no tiene un dial FM y en su página oficial asegura estar transmitiendo 24/7 desde 1999. De hecho en su propia cuenta de Facebook afirma ser la primera radio web chilena y probablemente también lo sea en toda sudamérica. Hablamos de una emisora pionera, que además se ha sostenido durante casi dos décadas sin anuncios publicitarios, ni nada que le garantice ser una plataforma económicamente rentable, por lo que existencia no tiene fines de lucro. Es fanatismo puro y duro.
Selección musical
Pero lo mejor de todo, y la razón por la que vale la pena prestarle atención es sin dudas su refinada selección musical. La transmisión es ininterrumpida y sólo cuenta con una cortina minimalista que aparece de vez en cuando entre canciones, las cuales parecieran estar previamente mezcladas ya que van y vienen entre feed outs, proporcionando una experiencia bastante orgánica y discjockeada.
La radio cuenta con tres emisoras principales, que funcionan en base a tres moods. La primera es SlowBeat, donde suenan tracks calmados, lentos y con una onda chill que resultan ideales para acompañar, por ejemplo, una noche de estudio o un desvelo para sentarse y respirar a propósito del ritmo de la vida.
La siguiente y más conocida es RIN, una emisora de música cuidadosamente seleccionada a mano, donde lo único que importa es el buen gusto, sin importar temporalidades ni estilos. De hecho la misma descripción lo anuncia como un espacio cuyo objetivo es “proporcionar las mejores pistas de todos los rincones del espectro musical”, y vaya que lo logran.
Finalmente está UpBeat, que como su nombre indica, reúne ritmos que generan un subidón al ambiente, que llama al baile y el buen ánimo. “Deshazte de los pensamientos paralizantes y siente los latidos (…) a veces, hay una única forma de hacerlo: Baile” es la leyenda que describe al mood de esta emisora.
Todo lo que podemos decir es que estas descripciones son reales. Las canciones que suenan durante todo el día son difíciles de reconocer y abordan géneros enriquecedoramente variados, que pasan por rock suave, indie, música clásica, psicodelia, country, electrónica, folk, dream pop y hasta cumbia lisérgica. Además puedes encontrar autores que probablemente no conocías, rarezas de artistas famosos que probablemente nunca has escuchado o covers muy interesantes que replantean éxitos masivos.
La invitación está hecha y la recomendación es usar esta plataforma como acompañante de momentos que pidan concentración, relajo o sencillamente generar un buen ambiente. Además cuenta con su propia App para Android e iOS, de estilo minimalista y sencilla de usar.
No deja de ser curioso que el guionista de El Reemplazante, lleve cerca de 20 años seleccionando personalmente la música de cada estación de Radio Isla Negra de la forma más Under posible. Definitivamente se agradece el trabajo, que sin dudas está hecho por y para melómanos y que en plena era de audiencias activas o algoritmos invasivos, ofrece un espacio para conocer música buenísima, sin términos ni condiciones.