Dar un recorrido por la década de los 90 y no hablar de Soundgarden es prácticamente cometer un sacrilegio. Estaba claro que tarde o temprano algún disco de una banda tan grande y provechosa para aquellos tiempos como fueron ellos, tarde o temprano, haría su entrada en escena. Aquí es dónde viene el problema para la elección de disco ya que los primeros trabajos de la formación capitaneada por el bienaventurado Chris Cornell, es realmente buena.
“Badmotorfinger” es la elección como disco recomendado para esta semana. Uno de esos trabajos que fue eclipsado e infravalorado en aquella época por un superventas como era “Nevermind” pero también cabe destacar que este fue el trabajo que empezó a tratar a Soundgarden como lo grandes que podrían ser hasta que tres años después llegará “Superunknown” y diera esa explosión final a la banda lanzándolo al estrellato merecido.
Para la música que se movía en aquellos tiempos un año como 1991 se convertiría, siendo al principio de la década, en uno de los importantes con grandes trabajos a la espalda. No solo el “Nevermind” salía a la venta, a este “Badmotorfinger” se le sumaría el inolvidable “Ten” de Pearl Jam, o lo que es lo mismo decir, la confirmación de que un género como el grunge haría temblar los cimientos de una década productiva.
Este fue el tercer álbum de estudio para la banda de Seattle lanzado en el mes de octubre por el sello A&M Records. El sonido único que traía su nueva obra dio mucho juego en las emisoras de radio y otra buena parte en la MTV para el posterior crecimiento de la banda en los próximos años. Si, “Badmotorfinger” fue el disco que comenzó el origen de una leyenda. Ese estilo característico que traía el cuarteto norteamericano se convertía en algo único y nunca oído hasta el momento.
Este disco refleja una composición mucho más madura de la banda con respecto al anterior “Louder Than Love”. Soundgarden tenía un puñado de singles en el que trabajarían en todos los ámbitos para los seguidores de la música más metalera, el rock más clásico o lo entusiastas del movimiento progresivo.
La consistencia y madurez de este disco bebe mucho de la introducción de Ben Sheperd en la banda. Mucho mejor su contribución en la composición de las canciones de las que pudo haber hecho Hiro Yamamoto. Soundgarden se convirtieron con “Badmotorfinger” en grandes artesanos de sus estructuras con una producción mucho más nítida y más ambiciosos que nunca en sus facetas musicales, superando todos esos turbios meandros que alimentaron su pasado atormentado para convertirse en algo de puro músculo que les haría triunfar en las grandes ligas del rock.
¿El mejor atractivo de este álbum? Su poca accesibilidad en comparación con sus otros discos. La plaga de riffs disonantes dejan un estilo de lo más retorcido con compases imposibles que lo transforman en el que en mi humilde opinión llega a coronarse como el mejor de su discografía, una opinión que se abre a todo tipo de debates.
Canciones mucho más pesadas como la gran “Outshined” o la extraordinaria “Jesus Christ Pose” convertían a un trabajo que cogería mucho peso por las letras que contenía, ahí están los casos de “Holy Waters” o “Drawing Flies”. La participación de Sheperd se nota mucho en la archiconocida “Rusty Cage”, con ese bajo que se desvía continuamente de la rítmica de Cornell dejando una actuación bastante notable para el bajista. “Riot Mind” hace recordar mucho en esos riffs a su predecesor trabajo y una canción como “Somewhere” podría haber resultado una de las más grandes del álbum si tuviera una mejor intro. Tampoco dejan de lado sus influencias como pasa en “Face Pollution” y ese guiño a los Melvins con sus primeros trabajos. En fin, todo un elenco de hasta doce piezas listo para coronar uno de los titanes de la última década del siglo XX.
Con este álbum Soundgarden se amplió en gran medida al alcance de sus ambiciones. “Badmotorfinger” cumple los requisitos y tira de todos esos hilos que llevan por diferentes sonidos aportando a la formación un registro mucho más maduro. Un peso pesado que desafía al rock más duro lleno de esa sensibilidad intelectual y la compleja interacción de la banda. Sus siguientes discos daría una entrega de la banda para un público más accesible pero este tercer disco tiene esas rarezas tan preciadas que lo convierten en un diamante en bruto de los 90.